ras meses anunciando, semana tras semana, este viernes sí, éste no, la inminente aprobación en Consejo de Ministros del Anteproyecto de modificación de la Ley del aborto, Rajoy ha optado por aparcarlo para buscar consenso. Ha sido un pulso de meses que nos tenía en permanente crispación. ¡Tenía que ser ésta la única promesa electoral que cumpliera! Los motivos que han llevado al Presidente a tomar tal decisión han sido muchos y de diferente índole. Un fuerte rechazo social, un rechazo interno dentro de las filas del PP -no puedo dejar de pensar en la díscola Celia Villalobos-, la fuerte contestación llevada a cabo por los grupos feministas, los partidos de la oposición? han tenido el efecto de una tremenda tormenta que estaba azotando al PP en forma de una preocupante disminución de votos. Resulta penoso observar que el éxito del anteproyecto, que sólo defendía una minoría -el fanatismo se da en todas las religiones-, dependiera de las encuestas. Léase de otro modo, la libertad de las mujeres -que repercute en el bienestar de la ciudadanía- sólo importa en términos electorales. Ha sido necesario el ¡Basta ya! de la movilización ciudadana, ha sido necesario el goteo de voces críticas argumentando en la prensa los motivos por los que una doctrina religiosa no se defiende restringiendo los derechos de las mujeres. Nadie obliga a nadie a abortar como nadie puede condenar a una mujer a ser presa de su sexo biológico. Tuvo mucho eco la iniciativa que planteó el grupo feminista las «Comadres de Gijón», que proponía una marcha hacia Madrid para visibilizar el largo camino que las mujeres han recorrido en este país desde la Transición hasta nuestros días; una marcha que pretendía no ceder ni un ápice en materia de derechos y libertades adquiridas. Porque, recuerden, hasta que llegó el PP éramos ejemplo de país que había conseguido en pocos años lo que nuestros vecinos europeos en muchos. Ese «Tren de la Libertad» como se le denominó y que algún descerebrado ha osado comparar con los trenes de Auschwicht, visibilizó la unión de las mujeres y la de los hombres porque «el feminismo» como dice Rosa Cobo, es una teoría de la justicia social y no es justo, por ejemplo, que sólo las mujeres sean las depositarias y las garantes de la doctrina religiosa.

Pero también es cierto, como me lo recordaba el otro día una amiga, que al Tren de la Libertad no pudieron sumarse todas las mujeres que están en contra de este anteproyecto, momentáneamente aparcado; algunas no pudieron hacerlo por falta de tiempo, de medios, de información, por falta de atrevimiento, por falta de libertad, quién sabe, o porque simplemente decidieron llevar su lucha diaria en su ámbito más cercano. El Tren volvió a encender la mecha del feminismo, apagada y debilitada frente al espejismo de la libertad y la igualdad conseguidas. Lo que ocurrió el martes fue el triunfo de la sociedad civil, la silenciosa y la chillona, quien hizo dar marcha atrás al Presidente Rajoy en su deseo de devolvernos a las cavernas y al ostracismo del fanatismo religioso.

No me importan los motivos que tuviera para dimitir, además del Anteproyecto nos deja la herencia del aumento de tasas judiciales que han convertido la Justicia en caviar para una élite rica, informada y poderosa y algún que otro indulto sobre el que escribí en esta sección y del que no quiero acordarme. Ahora el aborto es cosa de Ana Mato, quien ha anunciado que va a emprender reformas puntuales en el caso de las menores exigiendo una autorización expresa de los padres. Y me pregunto, si puedes entrar en la cárcel con 14 años, ¿por qué no puedes decidir sobre tu maternidad? Conviene recordar que la ley en vigor ya contempla que los padres sean informados en caso de menores y sólo deja fuera el requisito en caso de indicios de violencia familiar. ¡Cuántos abusos, coacciones, cuánta violencia de género tiene lugar en el seno familiar amparada por los lazos afectivos! No entiendo el empeño en coaccionar la libertad de las mujeres en un país manifiestamente permisivo en materia sexual, especialmente cuando atañe a los hombres. No entiendo el empeño en dejar en manos de una Ministra invisible y autista todo lo que afecta a la salud -la violencia de género afecta a la salud de las mujeres-, a los derechos y libertades de las mujeres. Una Ministra que acaba de cambiar la denominación y las competencias del Instituto de la Mujer y mete en el mismo saco los derechos de las mujeres y la igualdad de oportunidades. Ahora, planea la sombra del fallo del TC sobre el recurso interpuesto por el PP a la actual Ley, la misma que, de momento, no se atreve a modificar. Después de la euforia, respiras, pero sólo a medio gas. La presión seguirá, pero de momento las mujeres que lo deseen pueden abortar en la Sanidad pública. Bueno, sólo las españolas, porque las inmigrantes sin tarjeta sanitaria nunca vieron sus derechos peligrar; este país tan religioso se los ha retirado.