A raíz de la «nueva normalidad» surgida de la caída económico-financiera de 2007 (crecimiento escaso, tipos de interés bajos, descenso del crédito, coqueteo con la deflación), han vuelto a emerger voces que reclaman soluciones aparentemente justas para paliar las peores consecuencias que ha dejado la crisis en Occidente: un paro elevado y el aumento de la precariedad laboral (especialmente, a partir del crecimiento del subempleo).

Así, economistas como Jeremy Rifkin (que se hizo famoso en los 90, con un ensayo titulado El fin del trabajo) u hombres de empresa como Carlos Slim (que recomienda jornadas laborales de 11 horas, durante tres días, ante la imposibilidad de que todo el mundo pueda trabajar) abogan por el reparto del tiempo de trabajo, que tendría la doble «virtud» de disminuir el paro y dejar más tiempo de ocio a la atemorizada clase media. El último a apuntarse al fomento del descanso de los empleados ha sido Richard Branson, propietario de Virgin, que ha propuesto a los trabajadores de la sede central de la compañía no tener límite en el número de días de vacaciones€ siempre que se comprometan a hacer frente a sus proyectos y a que su ausencia no dañe el negocio.

Lo que no tienen en cuenta estos visionarios es que, con el aumento de los «mini-jobs» y de los «autónomos-emprendedores» (en realidad freelances que, muchos meses, no pueden pagar las cuotas mínimas a Hacienda), si ya resultaba difícil llegar a fin de mes con sueldos de 40 horas semanales (la deflación afecta a productos de consumo duradero; en cambio, solo hay que ver recibos de servicios básicos para observar que la caída de precios no existe), es dudoso que una parte sustancial de la población pueda dedicarse a leer a Proust e ir a museos€ si los honorarios no dan para vivir ni en días trabajados ni en no trabajados.

Cómo lo ven. The Atlantic advertía de un creciente nivel de desafección del electorado femenino norteamericano hacia los Demócratas de cara a las elecciones legislativas del próximo mes de noviembre. Buena parte de las mujeres muestra una preocupación elevada en temas de seguridad y terrorismo, como consecuencia de la acción de los extremistas de Estado Islámico. Y, según las encuestas, parte de dicho electorado podría virar hacia las propuestas más «duras» del partido Republicano.

BBC se hacía eco del elevado nivel de estratificación social existente en Bogotá, consolidado tras la decisión gubernamental (en los años 80) de aplicar tarifas en los servicios públicos en función de seis estratos: así, los habitantes de los más ricos financian los servicios públicos de los más humildes (del uno al tres). Esta decisión, sin embargo, se ha extendido a las personas (hasta asociar estratos con comportamientos y valores particulares).

Cómo nos ven. A las puertas de un incipiente proceso «federalista» en Reino Unido, tras las promesas formulada por el primer ministro Cameron a las «cuatro naciones» que componen el país, una analista de The Conversation concluye que no debe copiarse el modelo de Estado autonómico implantado en España desde finales de los 70. En lugar de solucionar los problemas, dice, se crearon ambigüedades que han derivado en una clara insatisfacción de aquellas nacionalidades que pretendían ser reconocidas como tales.

The Economist expresaba su admiración hacia Caixabank, una de las antiguas 45 cajas (definidas como entidades de ahorro con compromiso social) que ha sobrevivido al tsunami económico-financiero desatado en 2007. No solo no ha sido perjudicada por la crisis, sino que ha aprovechado esta fase para absorber otras marcas (la última, la red de oficinas de Barclays), mientras muestra su confianza ante los inminentes «test de estrés» de la banca europea.

Qué se cuece. Marketing Directo apuntaba que el propietario de YouTube, Google, pretende aumentar su inversión en dicho portal de videos, de manera que pueda convertirse en un competidor efectivo de las cadenas de televisión y de otros «intrusos digitales» (como Netflix o Hulu). Sus responsables quieren financiar nuevos contenidos, mientras se construyen estudios con equipos de video en ciudades como Tokio y Londres y se introducen nuevas herramientas de anuncios.

Clases de Periodismo señalaba que Facebook se ha convertido en una plataforma publicitaria básica en EE UU. En concreto, un estudio de eMarketer pronosticaba que, a final de año, la red social acaparará un 10% de la publicidad digital en aquel país. Los motivos parecen claros: los adultos estadounidenses gastan un 6% de su tiempo total (o más de 20 minutos al día) en Facebook. Y lo hacen sin interrupciones, conectados de manera constante.