En Madrid, el pasado sábado 5 de julio de 2014, día del Orgullo Gay, a pesar de todos los intentos de la alcaldesa Ana Botella por boicotear la mayor fiesta de la ciudad, una vez más las calles se llenaron de gente alegre (gay también significa alegre) que no se cansó de reivindicar su libertad (duramente conseguida) y denunciar que muchos y muchas aún no la disfrutan. El lema de este año lo decía bien claro y muy alto (los decibelios superaron a la música prohibida por la señora Botella). «Hablamos por quienes no pueden hacerlo»: en más de treinta países se castiga (incluso con la muerte) por el mero hecho de apartarse de la norma.

Recientemente, el pasado día 22, dos jóvenes agredieron en la madrugada del domingo a una pareja de homosexuales en el madrileño distrito de Moncloa, al grito de «fuera de aquí, maricones», según ha denunciado la asociación Arcópoli, que denuncia que «en lo que va de año se han registrado el triple de ataques homófobos, coincidiendo con una mayor visibilidad del colectivo gay y explican que, muchas de estas agresiones no se denuncian por miedo o porque algunos de ellos no quieren dar a conocer su orientación sexual». El resultado de la agresión: en uno, hematomas por todo el cuerpo y rotura de tabique nasal en el otro.

De aquellos polvos, estos lodos? No tan lejana queda la persecución de personas LGTB en la España franquista que duró desde 1954 hasta 1978. Tras la muerte del dictador, los condenados por la ley de Peligrosidad y Rehabilitación Social no se beneficiaron ni del indulto del 25 de noviembre de 1975, ni de la amnistía parcial concedida el 31 de julio de 1976. Dicha ley pretendía un toque pseudocientífico, el homosexual considerado un peligroso social y enfermo mental, al que hay que rehabilitar en centros como los históricos penales reformatorios de Huelva y Badajoz, en cuyos regímenes carcelarios, los gays eran sometidos a terapias aversivas de modificación de conducta con el fin de reconvertirlos en ciudadanos heterosexuales. La aplicación de estas terapias ponían de manifiesto, una vez más, una homofobia encubierta. Su aplicación fue llevada a cabo entre los años sesenta a los ochenta por algunos psiquiatras adeptos al régimen franquista.

Aquellas terapias aversivas no transformaron a ningún homosexual en heterosexual. Sin embargo, generaron en muchos de ellos serios problemas psicológicos tales como depresiones, pérdida de la autoestima y neurosis de angustia.

El pasado sábado 5 de julio, TVE en La 2, La noche temática programó oportunamente La rebelión de Stonewall: el filme reconstruye un acontecimiento histórico que marcó el comienzo de una nueva etapa de la lucha por los derechos de los homosexuales, lesbianas, transexuales y bisexuales. El hecho ocurrió la noche del 27 de junio de 1969, en Nueva York, en el bar Stonewall Inn del Greenwich Village. En dicho bar las redadas servían como cortina de humo. Caer o no en una de ellas era casi cuestión de suerte. Pero aquella noche del 27 al 28 de junio de 1969, todo cambió. La policía entró con la orden de clausura de costumbre pero los parroquianos (muchos de ellos venían de asistir al funeral de Judy Garland, verdadero icono gay, que murió ese día), se negaron a moverse del local y se enfrentaron a la policía. «Fue un momento como el de Rosa Parks y dijimos no nos vamos», comenta otro protagonista del documental.

En la lucha por el derecho a la libertad e identidad sexual y contra la persecución, humillación, agresiones y pena de muerte que muchas personas sufren en distintos países del mundo, todas y todos debemos recordar a Rosa Parks.