La sensación de lejanía entre ciudadanía y políticos es uno de los problemas actuales de los sistemas democráticos. Al mismo tiempo, el fundamental principio de un sistema democrático son las elecciones, estas deben garantizar la máxima cercanía entre posiciones políticas e intereses ciudadanos. Lo que ocurre que últimamente ese nexo y correspondencia, o no se han dado o se ha hecho tibiamente. La teoría política diferencia varias formas de representación. La representación-delegación (llevar a cabo un mandato), y la representación-fotografía (encarnar fielmente las características del universo representado y hacerlas propias por el representante). El PSOE, en sus primarias para elegir a un secretario y en su proceso interno para formar una nueva ejecutiva federal, empieza a dar comienzos de conseguir esa unión de intereses ciudadanos y políticos. Y es que como acuñó el premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades 2010, Zygmunt Bauman, nuestra etapa en la historia de la humanidad se caracteriza por ser un «tiempo líquido», hemos abandonado ese estado sólido en donde las instituciones, estructuras y comportamientos sociales eran rígidos, ya nada perdura en el tiempo como en antaño, ni siquiera esa armonía entre poder y política. El PSOE debe comenzar a ser un partido que recobre sus principios ideológicos del pasado y adaptarlos a los nuevos tiempos y exigencias de la sociedad democrática. El ciudadano. Es él, el verdadero actor de toda maquinaria política que se aprecie en un Estado de Derecho, es aquel que con sus juicios de razón, con sus situaciones personales, con sus intereses, ideología, valores sociales, sueños y deseos, debe moldear la sociedad en la que vivimos todos y darle forma para el mañana. Con estas premisas tan sencillas, todo partido político del siglo XXI debería partir en su camino hacia el poder. Al mismo tiempo, parece que una de las percepciones más molestas para el ciudadano es sospechar que, en el fondo, no hay diferencias esenciales entre los diversos partidos políticos, especialmente entre el PP y el PSOE. Es aceptable que los partidos puedan y deban compartir determinados valores, tradiciones e incluso políticas; que se asemejen en sus modos de expresión y en sus estilos de actuación, excepto en sus objetivos ideológicos y formas; y es en democracias mediáticas como la nuestra, en la que los medios de comunicación de masas son el canal primordial de comunicación entre la escena política y la ciudadanía, en la cual se produce una considerable homogeneización formal entre las fuerzas políticas. Recordemos que los medios son parte y causa de un sistema político democrático, por tanto no son ajenos al mismo, tienen un papel crítico y criticado, les toca observar lo que ocurre y a la vez influir sobre ella, con sus condicionantes técnicos, sus intereses o sus prejuicios. No son un mecanismo neutro, los medios padecen sus dependencias y su tratamiento de la política, por tanto, están sujetos a ellos. También existen medios de comunicación que logrando esa independencia, muchos de ellos la confunden con la construcción de fortalezas gremiales de profesionales de la comunicación que creen considerarse definidores privilegiados de la realidad política.