Información

Información

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Javier Cuervo

Los muertos no ríen

Hay jóvenes para los que no hay vida fuera de Instagram y personas avecindadas en YouTube. En general, todos estamos dentro de un circuito cerrado de televisión donde somos observados por la visión binocular de la cámara de la policía y la del banquero, por la mirada de la sospecha, siempre por nuestra seguridad. En el bosque hay cámaras para seguir la conducta de las bestias, algunas con chip, y de los furtivos sin chip. Los teléfonos móviles devuelven la mirada y se usan en defensa propia en países donde los uniformados cometen tropelías.

Visto lo vistos que estamos, deberíamos sonreír a cámara por la calle. A la generación más joven (la más fotografiada de la historia) no hay que pedirle que diga «patata» sino que aprenda que hay situaciones en las que no se sonríe a cámara. Hay un enterrador que ha sido relevado de su puesto por dejarse fotografiar con un cadáver momificado por unos parientes del finado, que le ríen más que le lloran. Había en la foto tres cuerpos, uno de ellos sin vida pero muy bien conservado, con la humildad que dan 23 años en la austeridad de la muerte y en las estrecheces de la inhumación.

Del enterrador se dice que sonríe y que difundió la imagen pero en el cuerpo de la noticia pone que los que saltaron a las redes sociales fueron los adorables sobrinos y cuando ves la foto está sosteniendo por detrás el cuerpo momificado. Si alguien puede encontrarse en su trabajo la manipulación de cadáveres por enterrar o desenterrados es el enterrador (que, igual que el ascensor también baja, él también desentierra).

Quien sonríe a cámara es el sobrino político del muerto y, por lejanía en tiempo y relación, más raro sería que llorase. Volverán las fotos con muerto como a principios del siglo XX pero sin la solemnidad de aquel mundo en blanco y negro sino con la banalidad posmoderna y, acaso, algún acierto ocasional del humor negro.

Lo último en INF+

Compartir el artículo

stats