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Olvídense de series banales, de infantes repelentes, de chefs feroces... y no pierdan el tiempo. Mejor la complicidad de una sala oscura o el emocionante silencio de un teatro abarrotado

Es sabido que la televisión es un medio de entretenimiento de primera línea, pero también es un vehículo de formación y de fácil acceso a la cultura y el conocimiento. Pues bien, en España -y en términos generales- últimamente no es ni lo uno ni lo otro, tanto en la televisión pública como en las privadas. Pero es en la televisión estatal donde el cambio en los últimos años es más acusado?negativamente. Si sabemos que los españoles dedicamos una media de cuatro horas diarias sentados frente al televisor imaginen las posibilidades que tiene este medio de formar o deformar. Pero choca comprobar la poca imaginación que, en general, demuestran todas las cadenas, que últimamente apuestan especialmente por dos temas (futbol aparte): los programas de cocina y los que tienen a los niños como principales protagonistas. Desde Master cheff a Top cheff, desde Tu cara me suena jr. a Increíbles o La Voz Junior. Y todo estaría bien si no se abusara, como en todas las cosas. Siempre «he sido de la 1»; pero desde que aterrizó en la primera el Sr. Somoano huyo de los Informativos como del diablo por su descarada prioridad a las apariciones de miembros del Gobierno con una indisimulada apología del partido en el poder. Pero su cota más baja se alcanzó con el afortunadamente desaparecido programa de caridad de la sobremesa; se mantiene a la andaluza Toñi Moreno en otro registro mucho más «decente», que llegó a cobrar el doble que otra histórica, Mariló Montero, quien en su programa matutino sigue metiendo la pata continuamente con afirmaciones dignas de «Celtiberia show», el genial libro de Luis Carandell. Así que ahora el baile de mi mando a distancia es continuo, procurando que se detenga lo menos posible en Tele 5. Les confieso que echo de menos los culebrones latinoamericanos, de lo que fui un consumidor empedernido (¡Ay, Cristal?!!!), con los que me reía a gusto y me permitía conocer una forma de vida en las antípodas de la nuestra. Pero Cristal y Luis Alfredo formaron parte de mi vida durante una larga temporada. Ahora el verdadero culebrón está en mi ciudad, con la tan traída y llevada Alcaldesa de las flores que ya no cuida ni siquiera eso, las flores. Su contumaz aferramiento al sillón municipal, del que no se despega ni con agua hirviendo, empieza a resultar cómico?pero de consecuencias dramáticas para Alicante. El ministro Gallardón acaba de tirar la toalla en una actitud lógica tras desautorizarle su Gran Jefe con la retirada de la Ley de Reforma del Aborto, que era un proyecto consolidado. Pero ha podido más la opinión pública española (y la sibilina valentina del Sr. Rajoy, que va a la suya) que la anticuada e irreal opinión del ex ministro sobre la sociedad española. Al contrario que la señora Castedo, que ha decidido no autoinmolarse (dos imputaciones por corrupción le perecen insuficientes?) sin ver que el cruel final del culebrón le será más doloroso que una dimisión discreta que la rodearía al menos de un poco de dignidad. Así que ante la vulgaridad televisiva, excepción hecha de Águila Roja, e Isabel además de por su impresionante ambientación por lo que tiene de didáctica, y de alguna que otra serie que reaparecerá pronto, no queda otra que -a la espera de que comience la nueva temporada teatral y la musical- refugiarse en el cine y los libros.

En el cine hay mucha inteligencia, acabo de ver el «biopic» sobre Yves Saint Laurent que, aunque un poco tostón, fascina por la interpretación de los dos actores protagonistas, procedentes de la Comedie Francaise, que atrapa al espectador sumergiéndole en la personal y turbia vida del genial modisto francés. Para quien escribe, una interpretación creíble es esencial en el cine y el teatro, y ésta es un verdadero banquete interpretativo. Olvídense de series banales, de infantes repelentes, de chefs feroces, de presentadoras almibaradas?y no pierdan el tiempo. Mejor la complicidad de una sala oscura o el emocionante silencio de un teatro abarrotado. Y el mando del televisor, agítese antes de usarlo.

La Perla. «Para empezar presionar cualquier tecla» «¿Dónde está la tecla cualquier?» (Homer Simpson)

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