Con esta gráfica expresión se admiraba un prestigioso abogado local comentando el despropósito del calendario escolar valenciano. Y es que la mayoría de los centros no tienen las condiciones mínimas para una educación de calidad con el tiempo que los finales y principios de curso imponen. Recordaba que en bachiller empezábamos a principios de octubre y que no hemos salido tan zoquetes como para lamentar tan largos periodos vacacionales. La vida, en muchos sentidos, era más fácil antes y los niños y jóvenes tenían tiempo y espacio para relacionarse, cosa que ahora escasea.

José Antonio Marina nos recuerda que para educar a un niño hace falta toda la tribu, lo que incluye a las obras de esta, con especial trascendencia sobre modelo de ciudad que le ofrecemos. Las prisas de la consellera por iniciar el curso se deben principalmente a las demandas de los padres por tener ubicados a los niños ante la dificultad de hacerlo cuando no hay clase. De hecho, a veces, parece que somos guarderías de niños cada vez más grandes; estamos infantilizando la educación, lo que igual es bueno.

Como decir que los maestros tienen muchas vacaciones es fácil, nadie se opondrá a tal medida, pero las cosas son de otra manera y estas son principalmente para el alumnado, que debe tener más realidades que la académica y se merece periodos amplios de descanso para completarse como persona y para favorecer su desarrollo físico y psicosocial.

Si nos fijamos en modelos exitosos como Finlandia, comprobamos que les superamos en horas, luego no es la falta de días lectivos el problema del fracaso. Un exceso de vitaminas o se excreta o produce rechazo. Es la calidad, no la cantidad. Nuestros hijos pasan muchas horas sentados en clase, aburriéndose principalmente, y la tendencia es a aumentar la dosis. Pero también se aburren sin clases porque la ciudad les resulta hostil, diseñada en contra de sus necesidades y a la medida del coche. Debemos recuperar un urbanismo donde los niños y jóvenes sean protagonistas y veremos como muchas de las demandas y problemas de la crianza se reducen.

Además las ocurrencias tienen consecuencias no deseadas. En una comunidad orientada al turismo los exámenes en julio y la vuelta el tres de septiembre han limitado a muchísimos padres sus vacaciones atados a los suspensos y a una vuelta de urgencias que también ha complicado la administración de los centros y todas las labores de intendencia de los padres (compras de material escolar, uniformes, cierre de matrículas, horarios de extraescolares, etcétera).

La LOMCE, tan utilitaria, ha dejado de lado la educación física y muchos de los contenidos que ayudan a la formación integral de la persona en aras de una formación eminentemente práctica y acumulativa que el divulgador Ken Robinson califica de propia de la era industrial, caduca, errónea y limitante. Mientras tanto nuestros niños crecen cada vez más gordos, más traumatizados, con más complejos, con mayores dificultades para relacionarse personalmente y más presionados para lograr una carrera que ya no les garantiza ni un puesto de «camata» en un local de comida basura. En un instituto «normal» es fácil recibir informes de más de dos tercios de los escolares, y eso partiendo de que la normalidad no existe. Tenemos desorientados a los niños y les aplicamos más horas de clase como terapia.

Quizá es el momento de juntar a todos y planificar la educación desde una perspectiva global. Construir centros de calidad, con posibilidad de utilizarlos en otras funciones de valor social; integrados en zonas deportivas que serán aptas para el resto de la población tras las clases; formar a los maestros con exigencias de excelencia, de modo que solo accedan los que tengan verdadera vocación y que los mejores profesionales estén en los primeros años; dar importancia a las otras inteligencias como la kinestésica o la emocional, promoviendo la actividad física, el teatro, la danza, la música, la expresión oral; depurando el currículum donde muchas asignaturas son variaciones de otras o donde muchos contenidos se repiten, a veces sin que los alumnos tengan posibilidad de adquirir esos conocimientos. Por ejemplo, las nociones gramaticales son contenidos abstractos que tenemos innatos, pero su estudio antes del desarrollo total del cerebro es muy difícil, mientras que entrenar la capacidad lingüística es sencillo y motivador: lecturas, diálogos, redacciones, interpretaciones, debates, etcétera. Amar la lengua y su uso, luego comprenderla científicamente.

La escuela es un coñazo crecientemente insoportable, menos vacaciones, más coñazo. Es difícil pero también es responsabilidad de los padres educar a los hijos y no echarse una siesta de doce años, como denuncia el periodista Carles Capdevilla, dejando a los niños en manos de personas en las que no confían y hurtándoles toda autoridad. Yo no me quejo por mí, lo hago por mis niños, con los que adoro estar. Este modelo está caduco.