Información

Información

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Petróleo y cambio climático

Excelente idea la de Juncker de incluir a Arias Cañete entre sus comisarios y darle esa nueva cartera que resulta fruto de la unificación de competencias anteriores, energía y acción por el clima, pero bajo la de «Unión Energética». Escuché por radio, al día en que fue propuesto para tal cargo, las consabidas discusiones tertulianas sobre el rango mayor o menor de la cartera, la importancia que tenía para España o la exhumación de la metedura de pata más o menos machista por parte del político, metedura que poco tiene que ver con las competencias a las que tendrá que dedicarse. Todo previsible: alto rango según los suyos, marginal según los otros; importancia de su machismo según unos, aunque carácter secundario según otros.

La discusión sobre la importancia que el nombramiento tenía para España se convertía en un indicador más de que la Unión Europea es un amasijo de países que defienden sus cosillas por encima del interés del conjunto, si es que tal cosa existe. Porque había un cierto consenso: uno va a Bruselas no a trabajar por la Unión Europea sino a defender los intereses de España, si es que eso de los «intereses del país» no exige alguna ulterior especificación: los intereses ¿de qué parte del país?, ¿de todos sus habitantes? (raro me resulta), ¿de algunos de sus habitantes, tengan donde tengan sus capitales -Andorra, Suiza, Liechtenstein, Islas Cayman, etcétera-?, ¿de algunas de sus grandes empresas, es decir, de sus empresarios, banqueros incluidos? Dejémoslo. Porque lo que más me intrigó fue que, en una de las tertulias (radiofónicas) que seguí devotamente (es decir, saltando de unas a otras de vez en cuando) apareció un tema contra el que hacía tiempo no escuchaba hablar, aunque algo había leído: cambio climático.

El argumento no era tal. Era, simplemente, un comentario desdeñoso sobre esa «creencia» que había estado tan difundida hasta hacía poco, a saber, que se estaba produciendo un cambio climático, que era efecto de la actividad humana, que podríamos estar acercándonos al punto de no-retorno para la supervivencia de la especie, que había que tomar decisiones ya y que incluían decisiones sobre la energía en general, el carbón en particular y, claro, el petróleo sobre todo, optando por energías limpias y renovables y evitando todo aquello que pudiese acelerar un proceso que, visto lo que estaba sucediendo en el Ártico, podía ser muy peligroso. Paparruchas, decía el tertuliano. Ideas de ONG, ecologistas fundamentalistas, algunos pocos científicos y asumidas por unos pocos partidos políticos irrelevantes.

¿A qué venía el cuento? Evidente: al hecho de la existencia de intereses contrapuestos entre las empresas petroleras y los intentos de supervivencia de algunas organizaciones ecologistas. Si se está en otra onda, al hecho de la contradicción entre los intereses a corto plazo de las grandes empresas (la próxima asamblea de accionistas), el medio plazo de las organizaciones políticas (las próximas elecciones) y el largo plazo del Planeta en riesgo de sufrir lo que Lovelock llamó «La venganza de Gaia», la reacción del Planeta ante las agresiones de esta especie dañina y cancerosa llamada Humanidad. Sin irse por las ramas: venía a cuento a propósito de los intereses contrapuestos en el candidato a comisario entre sus empresas en el sector energético y la defensa del medioambiente en peligro por el cambio climático. El tertuliano, optando políticamente, prefería resolver la contradicción negando el problema del cambio climático mientras que la portavoz socialista española en el Parlamento Europea la resolvía negando la idoneidad de Arias Cañete para resolver la contradicción entre una industria con claros riesgos medioambientales y dicho medio ambiente.

No entraron en el controvertido tema del «fracking» y de la inyección de gas, puestos a hablar de España y no de la UE. Los casos de Canarias y los posibles riesgos de las prospecciones y el caso de Castellón y la relación encontrada entre los terremotos y la inyección de gas hacen pensar que sí que hay un problema si se quieren las dos cosas a la vez: más energía no-renovable y, en concreto, más petróleo por un lado y, por otro, un medio ambiente saludable. Los «beneficios» producidos por tales actividades tal vez sean a corto plazo para unos. Lo que ya no está tan claro es que lo vayan a ser para todos incluso a medio plazo. Si se asume el riesgo es porque hay otros intereses (¿empresariales?), en cuyo caso, mejor que esté de guardia uno de los «nuestros» y, si puede, plantee las cosas y decida a «nuestro» favor.

Lo último en INF+

Compartir el artículo

stats