Han pasado más de nueve años y la sombra del Plan de Rabasa vuelve a oscurecer la sede de Pintor Gisbert de Alicante. Por aquel entonces el que suscribe era el Secretario General del Partido Socialista en Alicante y formalizó su dimisión en el cargo al ser contrario a un plan urbanístico, el Plan Parcial de Rabasa, cuya responsabilidad le correspondía exclusivamente a la mayoría absoluta del Partido Popular y que, en el fondo, se trataba de un plan que no resolvía la imperante necesidad que tenía la ciudad de acometer su diseño y desarrollo para el futuro de sus ciudadanos, puesto que lo que Alicante necesitaba era un Plan General que reorganizara y estructurara de forma global el crecimiento del municipio en términos sociales, económicos, empresariales y residenciales, en lugar de un instrumento urbanístico que condicionase el crecimiento de la ciudad en una zona localizada, como era Rabasa.

Aquel Plan, a pesar de que no era iniciativa socialista, generó un fuerte desgaste al PSOE debido a la adhesión de su grupo municipal a la aprobación inicial del proyecto. Parece que nuevamente aquel pasado se cierne sobre el Partido Socialista en un momento de fragilidad electoral.

En estos nueve años han pasado muchas cosas, si bien la que resulta reseñable es la interminable y grave crisis económica y social que nos ha instalado a todos en el desconcierto absoluto. No voy a decir que si se hubiera aprobado en su día un Plan General de la ciudad, en lugar del Plan de Rabasa, se hubiera resuelto la crisis, pero sí debemos afirmar que hubiera permitido afrontar su salida de forma más solvente, equilibrada y con un criterio de ciudad capaz de aglutinar la iniciativa de los alicantinos en aras de competir en un entorno económico constreñido.

En estos años posteriores, y mientras tanto, el Partido Socialista ha hecho ímprobos esfuerzos para trazar una alternativa de Gobierno en Alicante y recuperar la confianza de la ciudadanía. Aunque el rebrote en este momento del Plan de Rabasa pueda suponer una piedra en el camino de la recuperación de la expectativa electoral, el PSOE no debe cejar en su responsabilidad y, por ende, en el empeño de seguir construyendo un proyecto, eso sí, basado fundamentalmente en ese tiempo perdido. En efecto, hay que aprender la lección, puesto que si algo ha representado, en términos políticos, el Plan de Rabasa, visto ahora desde la distancia temporal, es una visión cortoplacista y reducida de la idea de ciudad. La sociedad alicantina ha sido la gran damnificada de esa visión, la cual ha paralizado la capacidad del Gobierno Local de aportar soluciones al frenazo económico y las desigualdades sociales. Por tanto, un partido con opción de gobernar debe articular la fórmula de conciliar a todos los sectores de la ciudad que durante una década se han encontrado huérfanos de un criterio político aglutinador y, en consecuencia, debe impulsar la redefinición de nuestra ciudad, y que ésta responda al interés general.

En conclusión, y al margen de las posibles responsabilidades judiciales por su tramitación, en términos políticos, el Plan Parcial de Rabasa es el paradigma de la ausencia de una idea de ciudad que responda a las necesidades y perspectivas de sus ciudadanos y la claudicación del interés general. En definitiva, aquella sombra de Rabasa debe servir de acicate al PSOE para fortalecerse y dar una respuesta de liderazgo político al que está llamado en Alicante.