No hace mucho tiempo F. Álvarez escribió un artículo en el que afirmaba que escribir es llorar. Yo diría más, que informar, en general, se puede convertir en un delito. El mundo actual se divide, según Revel, en países donde el gobierno quiere sustituir a la prensa y países en los que la prensa quiere sustituir al gobierno. La enfermedad de los primeros sólo puede curarse en virtud de un único remedio: la democracia, o un principio de libertad. La curación de los segundos, los que ya son democráticos, están en manos de la misma persona. Ya sería hora de que todos los periodistas, y no solo un puñado de ellos, se decidieran a hacer, por fin, plenamente su único oficio verdadero: dar informaciones exactas y completas, y a continuación todas las opiniones, análisis, exhortaciones y recomendaciones que quieran, a condición de que se fundamenten en esas mismas informaciones exactas y completas. No envenenemos nosotros mismos las fuentes de donde fluye el agua que bebemos.

El que fue gran periodista y padre de varias promociones de periodistas, Luka Brajnovic, nos decía que la democracia concebida como una manera de ser contraria a las dictaduras y a las anarquías, no consiste en la mezcla de verdades y mentiras, de ideales y demagogias, de salud moral y podredumbre, de la franca convivencia social y la hipocresía de una burguesía ya momificada de libertad y desorden, de pacifismo y violencia, de civismo ciudadano y lucha de clases; sino un sincero respeto a la persona humana y a sus derechos, a la libertad individual y asociativa y a la vida digna. Es por tanto completa y esencialmente distinta a la libertad de expresión de la libertad de dañar o esclavizar a los demás. La primera es un derecho, la otra un delito.

Un periódico no debe ser un poder político, es el poder de la verdad. Un redactor del periódico The Steamboat Pilot escribía sobre las «criticas del público»: «Si escribo un análisis en profundidad, es demasiado largo. Si lo hago condensado, es incompleto. Si tomo partido en un tema, tengo perjuicios. Si no, soy un cobarde. Si no me paro a charlar, soy demasiado grande para mis zapatos. Si me paro a charlar, no tengo mucho que hacer. Si acepto una invitación social, soy un alcohólico. Si no lo acepto, soy un bicho raro e introvertido. Si cito mal su nombre, usted no lo olvidará nunca. Si lo cito bien, usted no leyó mi artículo. ¿En qué consiste el oficio de un periodista?».

Mientras el hombre milite en el periodismo como afirma J. Hohenberg, las marcas distintivas de su valor como profesional serán: su responsabilidad y su criterio; su educación, sus antecedentes y su adiestramiento; su capacidad técnica como reportero, escritor o editor. Y su contribución hacia el progreso de las normas y la ética profesional. El hombre puede cambiar la práctica, los principios no. Sería muy malo cuando un periodista invoca el «derecho a informar», el «derecho a la información» se refiere a su propio derecho de presentar los hechos como a él le guste, casi nunca el derecho del público a ser informado con exactitud y sinceridad. Hoy en día, por desgracia, el panorama informativo es muy «partidista», ¿o no?

Quiero dar gracias al mundo de la comunicación por permitirme alcanzar, en el mes de febrero, mis 50 años de mi «nacimiento» en todos los medios de comunicación.