El sistema educativo recurre a menudo a reciclar programas anteriores para continuar haciendo prácticamente lo mismo, utilizando, eso sí, etiquetas más atractivas y acordes con los tiempos que corren. En este último aspecto nunca superaremos a los británicos, a quienes nos gusta tanto copiar. Esa es la sensación que a uno le produce cuando echa la mirada atrás y rebobina la película educativa en el periodo democrático. Es la película que, pasada por el tamiz evangélico, vendría a poner en práctica el mensaje de ayudar al necesitado -única víctima verdadera del sistema-, pero que en la lectura logsiana recibió el nombre de atención a la diversidad, lectura eufemística que, evidentemente, resultaba más políticamente correcta, otra etiqueta, por cierto, heredada del mundo anglosajón.

Siguiendo con los programas de atención a la diversidad que nacieron bajo los gobiernos socialistas en el periodo democrático, llegamos al Programa de Diversificación Curricular (PDC). Era un programa cuya implantación anticipada se regula en 1993, poniéndose en funcionamiento dos años más tarde. Se trataba de una medida de atención a la diversidad diseñada para aquellos alumnos, mayores de 16 años, que durante los primeros cursos de la ESO habían presentado dificultades generalizadas de aprendizaje. Unas veces se concedía en 3º, y otras en 4º. Duraba uno o dos cursos. Iba dirigido a alumnado que tras la aplicación de las medidas ordinarias de atención a la diversidad, se encontraba en riesgo claro de no conseguir los objetivos de la etapa mediante el currículum ordinario, pero que, al mismo tiempo, manifestara interés mínimo en obtener el Título de Graduado en ESO.

Con el fin de que el alumnado alcanzara los objetivos de la etapa con una metodología diferente, el PDC, cursado en centros ordinarios, contaba con un currículo distinto al establecido con carácter general, a través de contenidos y de áreas específicas denominadas ámbitos -como en el PAC-, que integraban los aprendizajes básicos y que permitían impartirlos de forma globalizada. La concesión de este programa por parte de la Administración educativa quedaba supeditado a la justificación razonada de los centros en el momento de su solicitud y no implicaba garantía de concesión e implantación automáticas.

A finales de la década del año 2000 los Programas de Garantía Social, nacidos a mediados de los años noventa, darían paso a los Programas de Cualificación Profesional Inicial (PCIP), que iban dirigidos a alumnos de 15 años en riesgo de abandonar, o habiendo abandonado ya, la enseñanza sin haber obtenido el Título de Graduado. Tenían una duración de dos años (uno obligatorio y otro voluntario), y se obtenía el título de graduado en ESO y el de «Cualificación profesional de Nivel 1».

En la filosofía de los PCPI cada centro se adaptaba a las necesidades de los alumnos de su entorno. Los PCPI eran programas formativos con contenidos profesionales y de carácter general adaptados al alumnado. Estos programas preparaban para el desempeño de una profesión al mismo tiempo que profundizaban en la formación básica adquirida en la etapa formativa anterior de la ESO. Además, ofrecían la posibilidad de proseguir los estudios en las distintas enseñanzas regladas, especialmente, en los Ciclos Formativos de Grado Medio de Formación Profesional (CFGM), bien mediante la superación de la prueba de acceso al CFGM o mediante la obtención del Graduado en ESO en un centro de Educación Permanente de Adultos.

Los CFGM comienzan a impartirse en 1994 y, a pesar de tener en cuenta y adaptarse a las necesidades del entorno, a veces contaban con una matrícula baja, lo que no era óbice para su aprobación. Sin embargo, la inspección educativa, siguiendo instrucciones del departamento, llegada la época de las vacas flacas de la crisis, endureció los requisitos al exigir un número determinado de alumnos inscritos. No resulta extraño, por poner un ejemplo, que en ciudades de larga tradición textil como Alcoi desapareciera este ciclo, al tiempo que hacía su aparición el CFGM de madera, que a su vez se había extinguido en la misma ciudad en 1960, dando paso entonces a los estudios de delineación, de los que se beneficiaron tantas generaciones hasta que también finalizaron en 1988. Los CF, en esto, y sin que nadie pueda remediarlo, se diferencian poco de los seres vivos: nacen, crecen y mueren. El inconveniente de los CFGM residía en que no tenían continuidad en los CFGS, con lo que a los alumnos que no se insertaban laboralmente tras su finalización, se les cerraba cualquier salida académica que no fuera la vuelta al curso de la ESO en que ya habían fracasado, para intentarlo de nuevo.

En el próximo artículo hablaremos de la FP Básica, que supone la desaparición de los PCPI. Cada gobierno tiene su enfoque particular para paliar las rampantes cifras de fracaso escolar. No obstante, todas las medidas presentadas hasta ahora persiguen principalmente la reinserción de aquellos alumnos que, por el motivo que fuere, pero marginados y desenganchados del sistema educativo, no lograron en su momento unas competencias y una titulación adecuadas para acceder al mundo laboral con mínimas garantías de éxito.