Resulta escandaloso que en pleno siglo XXI las sociedades no hayan aprendido de los errores del pasado y sigan empecinadas en mantener la escalada de la violencia, con las guerras entre países, los odios personales y la continua sed de venganza que se respira en la humanidad. Porque sobre el crecimiento de la espiral de violencia que rodea a esta sociedad ya hemos hablado en otras ocasiones en relación a su más amplia manifestación en muchos órdenes de nuestra vida, como la violencia de género, la violencia en la carretera, en la escuela, o en muchos otros focos. Pero no podemos olvidar una manifestación de esta violencia que no se ejerce entre los humanos, sino de estos hacia los animales. Y además con una agresividad que exige de forma urgente una actuación pública inmediata.

Las noticias sobre maltrato a animales se suceden con mucha frecuencia. Y en una sociedad de la que se habla con apelativos como «avanzada», o «moderna» no debe consentir o quedarse impasible ante acontecimientos que vienen a suponer una falta de respeto a las reglas que deben imperar en una civilización que ya ha vivido de errores y que sabe y conoce las consecuencias de estos en forma de sangre y sufrimiento. Y ello, pese a que parece que seguimos sin aprender de ellos y que hasta la violencia entre humanos o hacia los animales se acaba justificando sin el mayor pudor, y amparándose los que lo hacen en los más propios derechos que alega cada uno que tiene para mantener actitudes y actuaciones violentas y absolutamente degradantes del ser humano.

Nuestra legislación penal castiga el maltrato a los animales. De suyo el Código Penal sanciona como delito en el artículo 337 al que por cualquier medio o procedimiento maltrate injustificadamente a un animal doméstico o amansado, causándole la muerte o lesiones que menoscaben gravemente su salud, y como falta en el artículo 632.2 a los que maltrataren cruelmente a los animales domésticos o a cualesquiera otros en espectáculos no autorizados legalmente.

Con ello, matar a un animal o causarle lesiones graves es un delito. El problema es que en algunos foros estas conductas están amparadas por la «autorización» de la autoridad competente de llevar a efecto estas actuaciones, ya que incluso el propio artículo 637 CP lo castiga con respecto a que es un ilícito si se trata de espectáculos «no autorizados legalmente». Con ello, vemos que resulta sorprendente que la propia normativa viene a dar cobertura legal a espectáculos en los que se «maltrate cruelmente a los animales domésticos o a cualesquiera otros» siempre que cuenten con la debida autorización, con lo que esta es lo que impide que en las imágenes que seguimos presenciando día tras día de maltrato y muerte a animales se pueda actuar contra los organizadores, porque estos cuentan con la debida autorización.

Por ello, la clave está en legislar acerca de la prohibición absoluta de autorizar actos, eventos o cualquier espectáculo en el que se pueda llevar a cabo una conducta de maltrato a un animal de la forma cruel que estamos presenciando. Pero en esencia existen actos que se están presenciando constantemente que nos remontan a tiempos muy remotos y que nadie está atajando ni tomando medidas, ya que se organizan bajo el marchamo o el salvoconducto de la pertinente autorización de quien tiene la potestad para concederlo y también para denegarlo. Pero lo cierto y verdad es que mientras no exista una normativa que prohíba este tipo de autorizaciones resultará que el texto penal no sanciona lo que esté autorizado, aunque ello suponga una conducta de maltrato a los animales y aunque se acabe con la vida de ellos.

Pero lo que llama la atención es la gran cantidad de personas que apoyan actos públicos en plena calle de maltrato a animales bajo el pretexto o excusa de la fiesta del lugar, como si no hubiera otra forma de divertirse o realizar actos de divertimento que no sean matar a animales, y no solo eso, sino, también, torturarlos hasta acabar con su vida. Y lo que más nos llama la atención es que en la práctica se llame a animales en ocasiones a personas que actúan irracionalmente o con gran agresividad, cuando quien así está actuando es el ser humanos contra quien llamamos animales. Porque al final estos llegan a ser más humanos que nosotros y nosotros mucho más animales que ellos. Y las pruebas ahí están.