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Posición de salida

A mí es que me ocurre con Manucho lo que a Curro Romero cuando veía a un «vitorino»: prefiero dormir en comisaría. Manucho es un delantero de choque y suficientemente coordinado que destaca no tanto por los goles que consigue como por los que facilita al segundo delantero. La temporada pasada le bastó media hora para sembrar el pánico en la defensa del Elche y transformar un dos a cero favorable contra el Valladolid en un empate a dos casi milagroso. Ahora juega en el Rayo y Paco Jémez lo activó mediada la segunda parte cuando el partido tenía ese aspecto indeciso que suele otorgar ventaja al equipo local. Entonces temí que el Elche fuera empitonado de nuevo y de nada hubiera servido una actuación brillante a rachas pero siempre disciplinada, que es al fin y al cabo el ADN de un pedigrí humilde.

No hubo «efecto Manucho» ni nada que se le aproximara, a pesar de las angustias finales gracias al entrañable penalti cometido por Albacar. El Elche ganó sin crear demasiadas oportunidades, pero también sin sufrir agobios excesivos, y el portentoso colofón fue que el árbitro pitara el final cuando cuatro jugadores del Elche contraatacaban contra dos defensas del Rayo. El fútbol es un fenómeno extraño capaz de estas excentricidades cuasi delictivas y otras inverosímiles. Por ejemplo, que Escribá y Ancelotti compartan dificultades para componer una plantilla, el primero por falta de liquidez y el segundo por exceso. El Madrid ha optado por despedir a buenos jugadores y fichar a otros capaces de vender miles de camisetas en Ruanda; el Elche ni siquiera puede fichar a un ruandés y lleva dos meses deambulando por el salón de oportunidades con suerte desigual. No ha conseguido suplir al colombiano Sánchez (el intérprete de «Hércules» sería una buena opción) ni a Damián (cuando Escribá dice que necesita otro lateral derecho supongo que se refiere a alguien que juegue en su lugar y no que alterne con él), pero haciendo ganchillo con los menguados fondos ha importado a algunos centrocampistas solventes y a dos incógnitas prometedoras, un central y un delantero centro. Roco, el central, parece haber visto muchos videos de Beckenbauer y esto casi siempre es una buena influencia; el delantero, Jonathas, fabricó ayer el segundo gol con una ligereza impensable para sus 190 centímetros. Es la antítesis de Manucho, uno de esos delanteros que los cronistas clásicos llamaban «espigados» para resaltar que eran habilidosos a pesar de sus proporciones. A mí me recordó a Köller, un excelente delantero checo de más de dos metros de estatura a quien jamás ví rematar de cabeza.

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