Ala hora de dirigir a su ejército en la más importante de las batallas en las que su país se pudiera enfrentar, usted, ¿qué preferiría? Contar con una persona de reconocida experiencia y capacidad como pudiera ser el gran general cartaginés Aníbal o con una serie de cortesanos lametraserillos que siempre están alabándole y haciendo lo que usted les diga.

Antíoco III el grande, rey del imperio seléucida, no pareció tener ninguna duda al respecto y a pesar de contar al general Aníbal como uno de sus asesores prefirió no hacerle demasiado caso en su enfrentamiento contra un imperio emergente como era el romano. Es cierto que a Antíoco no le había ido mal sin escuchar demasiado a Aníbal, también es cierto que no había tenido un contrincante tan poderoso y bien preparado como las legiones romanas.

Uno de los grandes dramas que tenemos en nuestra sociedad actual al intentar superar la crisis más importante contra la que nos hemos enfrentado en los últimos años es precisamente la cantidad de gente poco preparada que ocupa lugares donde se deben tomar de decisiones o planificar actuaciones de gran importancia.

En los momentos en los que había gran cantidad de medios económicos disponibles y con sólo una llamada podías contratar a quien fuera necesario para resolver un problema, y en muchos casos aunque no hubiera ningún problema que solucionar, daba igual la capacidad y preparación que tenía el que hacía la llamada. A veces era bueno que no tuviera mucha preparación para que así se tuviera que amarrar más a ese puesto de trabajo que no merecía por lo que estaría dispuesto a seguir sin ningún tipo de escrúpulo las ordenes de su superior.

Además está el hecho de la cantidad de familiares y compañeros de partido que a veces son oportunos colocar en lugares notables para tener una mejor convivencia.

Considero que se debe elegir escrupulosamente a las personas que van a ocupar un puesto de trabajo, y basarse en criterios de igualdad, mérito y capacidad, pero dentro de la Administración Pública esto es un requisito obligatorio e inexcusable.

En el caso concreto del Ayuntamiento de Alicante, aunque desgraciadamente es un mal extendido en muchas administraciones del mismo o distinto signo político, la organización del personal y la selección del mismo no es el más adecuado. Hay departamentos con funciones poco claras, en otros hay más jefes que empleados, otros disponen de mucho más personal del necesario para las tareas a realizar mientras otros apenas tienen medios para atender a los ciudadanos de Alicante.

Si a esto sumamos la elevado número de personas que han sido elegidos a dedo para ocupar el puesto de responsabilidad que ocupan, lo llaman libre designación, el problema se agrava. Al final los criterios objetivos se disuelven en unos baremos donde priman claramente los subjetivos como lealtad, amistad, afiliación a un partido, pertenencia a una familia, etcétera, y se generan la casta de los «enchufados». Lo peor de todo esto es que además los enchufados suelen tener poca capacidad y preparación, ya que en muchas ocasiones los bien preparados no necesitan ningún tipo de enchufe para acceder a un puesto de trabajo. Es obvio, si uno tiene dos hijos prefiere enchufar al más torpe ya que el inteligente tiene más posibilidades de abrirse paso en la vida.

En el pleno el Partido Popular votó en contra de la moción de UPyD de regular el acceso a la segunda actividad de forma objetiva, indicaron abiertamente que preferían hacerlo por otros criterios, sin especificar cuáles. Sí que aprobaron la propuesta de UPyD de realizar un estudio de posible reorganización del personal, desgraciadamente no se atreven o desean llevarlo a cabo.

La corrupción económica es un gran problema, la existente en la gestión de los recursos humanos también lo es y hay que acabar con ella. Igualdad, mérito y capacidad debería ser lo que marcara la política de los recursos humanos y no los políticos. Mientras muchos probos y competentes funcionarios están en despachos ocultos, otros más serviles y poco preparados toman muchas decisiones que al final pagamos todos los ciudadanos.

Como le ocurrió al rey Antíoco en Magnesia donde a pesar de contar con más efectivos que los romanos, fue destrozado en la batalla de Magnesia, debido a la mala dirección de su ejército. Nunca sabremos si el imperio romano hubiera sido lo que fue si Aníbal aquel día hubiese dirigido las tropas que en el año 190 a.C. se enfrentaros a ellos. Lo que sí se sabe es el triste final del rey Antíoco que tras el desastre intentó mantener su caro ejército robando templos y subiendo los impuestos (como en la actualidad), siendo asesinado por sus propios ciudadanos.