Me parece una injusticia que alguien imputado, una palabra horrible, posteriormente se le desimpute, porque el tiempo perdido no tiene regreso. Es un parón en cualquier carrera ya sea profesional o política. La huella que deja en la persona es imborrable. Años y años esperando un juicio supone una incertidumbre que lleva al individuo a la desesperación y a la depresión, cuando el señalado por el dedo de la Justicia o de las investigaciones policiales siente que no ha cometido ningún delito.

En política es imprescindible tener vocación de servicio, ética y estética personal. Las normas de los partidos son estrictas para quienes les conviene. Si se trata de un «mindungui» automáticamente se deshacen de él/ella, pero si es alguien con alta responsabilidad política, les cuesta trabajo decirles «chao», sin que conozcamos los motivos. Por el contrario personas con ideas, con ganas de arrimar el hombro por unos ideales, también se encuentran con una barrera de personajillos que no los deja medrar, les hacen el vacío e incluso se ríen de la persona en cuestión para desacreditarla.

Siempre digo que en política, los segundones son los que hacen el trabajo «sucio», entendiendo por este término aquellas personas inteligentes que trabajan a destajo y cuyos resultados, por conveniencia de quien les dirige, no salen jamás a la luz (hay pequeñas excepciones). También están aquellos que el propio partido les impone y que no saben hacer la O con un canuto. De esta manera, los segundones, se convierten en trabajadores políticos anónimos y el ciudadano nunca ve el resultado de esta persona durante el tiempo que ocupa su puesto. Son los «tapados» a los que jamás se les reconoce el esfuerzo porque ensombrecería la labor de su superior. Y quien dice que son los válidos para gobernar. Ni mus.

En política los clanes existen. Son círculos cerrados donde es imposible adivinar las estrategias y finalidades de ciertas actuaciones políticas. Se apoyan unos en otros con cuchicheos y chismes y en personas más brillantes que ellos a fin de figurar en la foto. En la mayoría de los casos todos son amigos, aunque cuando las cosas van mal se diluyen como agua derramada y el que más y el que menos se queda más solo que la una.

Hay mucha ilusión ciudadana cuando salen las listas para saber quién nos va a gobernar durante los próximos cuatro años. Pero en realidad ¿quién las configura? Se dice que los mandamases de Madrid. No es cierto. Las listas salen de cada ciudad o municipio bajo el acuerdo de los alcaldables o cabezas de listas. Y el ciudadano de a pie, que solo se fija en las siglas, los vota. La mayoría de los que han ido en algunas listas, conociendo el percal, no se nos ocurriría darles nuestra confianza ni muertos. Pero la cosa funciona así. O eso o no votar.

Es una pena cómo hemos visto desaparecer del panorama político a personas muy válidas que sin saber por qué, o más bien sí, se los han quitado de encima. En política no se pueden tener ideas propias, excepto que sean utilizadas por otros y el sumiso de turno, calle. La elaboración de las listas ha de ser consensuada por votación. Que se presente a trabajar en política el que quiera, pero lejos de las intrigas de las sedes que, en la mayoría de los casos, los propios presidentes de los partidos, ni se enteran. Solo les llegan los chismes que a cuatro les convienen.