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Al margen de la consumación

Como la sequía que deja a su paso desolación y vacío, la muerte de don Segundo García ha hecho de nuestro paisaje un horizonte calcinado. Su ausencia nos resulta más grave que la falta de lluvia, que la huida bonanza, porque, tarde o temprano, el aguacero y la tormenta acabarán por llegar y limpiarán la vida de yermas sequedades, de turbias polvaredas. Pero la vida de don Segundo, la que latía como una panal generoso desde su corazón diario, desde su mirada escrutadora y clara, no tendrá más verdor que el que le infunda la memoria, el torrente cristalino de nuestra propia memoria.

Pocas veces me he sentido tan bien pagado, tan satisfecho y tan insólitamente complacido que en los momentos que compartí con él. Yo, que pude ser su alumno durante tantas décadas en las aulas de dibujo del IES Miguel Hernández (el viejo Instituto Femenino), le admiré siempre a través de los otros. Mis amigos me hablaban de él como de un sabio sencillo que amaba ciegamente su profesión (había nacido en Cuenca en 1930 y estudiado en Madrid, en la Escuela Superior de Bellas Artes de San Fernando). Tuvo que llegar su etapa de director del Centro de Arte y Comunicación Visual Eusebio Sempere (1984-1987) y del Museo La Asegurada (actual MACA) de 1988 a 1995, para que compartiéramos esporádicos encuentros junto a artistas de diverso pelaje y condición.

Lo que siempre quedó claro es que la cultura en su vasto sentido, y el arte sin constricciones, tenía en Alicante un ángel custodio que velaba con tenacidad por su supervivencia en momentos duros, en periodos de dudosa hegemonía. Don Segundo, durante más de medio siglo, encabezó cualquier movimiento, cualquier acción en dirección al progreso, a la libertad, a la dignidad humana. En el ámbito artístico y social, sus pasos se ajustaban a gerundios activos como proponiendo, apoyando, haciendo posible lo a veces imposible.

Hasta hace unos meses, nuestra cita era firme e inaplazable el primer miércoles de cada mes en el MUBAG, de la mano del Instituto Alicantino de Cultura Juan Gil-Albert, disfrutando de un artista, de un ponente y de una obra de arte que desnudaba ante nosotros sus posibles misterios. Pese a sus 84 virtuosos años, don Segundo García aprovechaba esos encuentros para seguir impartiendo clases de vitalismo apasionado, saboreando cada textura, cada pulsión, cada trozo de materia enmarcada ante sus ojos. Siempre se declaraba un hijo del Renacimiento, de Mantegna, de Botticelli y de las Vanguardias del siglo XX; un hijo pródigo que esperó más de siete décadas para regalarnos su primera exposición: Pinturas y dibujos al margen de la consumación, en 2007 en el Club INFORMACIÓN.

Es cierto que las primeras lluvias de otoño aliviarán la profunda seguía de la tierra, borrarán la sed del campo y los caminos. Es cierto que la muerte de don Segundo García ha dejado un paisaje incinerado, difícil de repoblar, pero cabe mirar su vida, alargar los dedos y coger con cuidado ese hilo de luz que dejó para nosotros, como él mismo decía, «al margen de la consumación».

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