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Un gran revulsivo para las universidades

Ha fallecido Emilio Botín. Todo el mundo reconoce su inmenso papel en la presidencia del primer banco de la zona euro, el Banco Santander. Como economista me apetecería mucho subrayar cómo un pequeño banco de provincias durante su mandato logró convertirse en una entidad extraordinariamente innovadora, de referencia mundial. Cómo modernizó la banca en España e incluso convulsionó, con su expansión y competitividad, la europea. Me inclino a resaltar, como universitario una vertiente no tan destacada por los medios en estos momentos: su apoyo a la universidad.

Su pérdida representa para mi un impacto difícil de asimilar a nivel personal. Tuve muchos privilegios. Por recordar algunos, que apoyara a la Universidad de Alicante siendo yo rector y en una muy difícil situación política; o que apostara por el proyecto de la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes hasta hacerla lo que es hoy; o que, me confiara Universia durante unos primeros cuatro años como consejero delegado.

Tengo imágenes imborrables sobre su persona y recuerdos extraordinariamente entrañables, que hablarían por sí solos de su capacidad de liderazgo, su perspicacia social y política, su sentido de la estrategia, su inteligencia ejecutiva, una voluntad inquebrantable, un entusiasmo contagioso, su sentido del compromiso, su camaradería, una sistemática de trabajo única, o la transmisión de una seguridad a prueba de tsunamis...

Hace escasamente un mes y medio el presidente me invitó al Encuentro Río donde Universia reunía a 1.200 rectores de medio centenar de países de todo el mundo. Anunció un mecenazgo de 700 millones de euros para las universidades durante los próximos cuatro años. No hay precedentes similares en España o Iberoamérica, e incluso en cualquier ámbito geográfico. No hay un banco en el mundo que tenga una división del mayor rango corporativo dedicada a las universidades. Se rodeó de las personas más relevantes dentro y fuera del banco.

Estamos hablando de un cambio histórico sin precedentes en la cultura bancaria y universitaria del mundo hispano. Rectores como Gregorio Peces Barba o nacionalistas catalanes como Cales Solá, líderes iberoamericanos como el rector de la UNAM Juan Ramón de la Fuente se sentaban en los consejos de Universia o en el Consejo Asesor Internacional al lado de los cargos más relevantes del banco. Banqueros y académicos rompiendo barreras de lenguaje, hablando de emprendimiento, de la contribución de la universidad a la empresa. Incluso la entidad del los endowments estadounidenses no admite comparación la empatía que supo impulsar Emilio Botín con el más absoluto respaldo y convicción de todos los presidentes de la CRUE (Conferencia de los Rectores de las Universidades españolas) entre el mundo universitario y el de su empresa. Y esto repetido en todos los países de Iberoamérica.

Se interesaba sinceramente por los proyectos de cada universidad y los apoyaba con entusiasmo y convicción. Solía hacer suyos muchos de nuestros problemas. En sus discursos universitarios destilaba su fuerte compromiso con la universidad en el fondo y en la formas. No dudaba en coger su avión y aterrizar en medio de un campo de tierra (todavía me da estupor recordarlo) para ir a la Universitat de Lleida y entrevistarse con su rector. Emilio Botín visitaba personalmente una a una todas las universidades españolas y casi todas las iberoamericanas.

Su implicación con las universidades superó todas las expectativas. Universia es actualmente la red más importante del mundo hispano con más de 1.200 universidades socias. La división del Santander Universidades tiene convenios con todas las universidades del mundo. Incluidos países como China, Rusia, Japón, Estados Unidos, Reino Unido (todas las universidades). Becas de movilidad, proyectos de investigación, infraestructuras... Emilio Botín no sólo revolucionó la banca, también las universidades. Su ambición y entusiasmo han sido un motor, un revulsivo para las universidades durante más de 15 años. Seleccionó para este cometido a personas y equipos claves en Banco de Santander y respondió con convicción, brillantez y sostenibilidad a las universidades dotándoles de unos recursos que superaron todas nuestras expectativas.

Son muchos los recuerdos. Todavía lo veo en Castellana -todos los domingos por la tarde-, con José Antonio Villasante, pasando revista a todo, instándome a crear Universia en diez países en sólo dos años, como la cosa más natural; preguntándome si tenía sentido que Universia fuera una red social universitaria; requiriéndome para que explicara los MOOCs en un consejo; o en la misma Moncloa instando a Bill Gates y José María Aznar a ejecutar un acuerdo de colaboración ambicioso, más allá de poses políticas y mediáticas. Por no recordar detalles de todo el periplo americano con situaciones y cambios complejos en Argentina, México, Perú, Venezuela, Colombia... Nada parecía difícil o imposible con él. Su implicación e inteligencia propiciaban el logro de metas realmente ambiciosas e imposibles.

Asumió la defensa de la autonomía universitaria casi como un rector más. Todavía me emociona recordar cómo reivindicó la presidencia y conducción del acto de la Junta General de accionistas de Universia en Santiago de Compostela estando el presidente de la Junta, Manuel Fraga, en la mesa presidencial. No es un tema anecdótico. Aunque nadie, yo el primero, tuvimos interés en destacarlo.

Ayer mismo estaba en la UIMP de Santander y desde la habitación del hotel veía su casa. En el curso Smart University 2.0 se habló con reiteración de las conclusiones de Río. Y todavía tengo abierta encima de mi mesa su carta de invitación para asistir ayer tarde a una presentación restringida en Boadilla, con el presidente de la Universidad de Yale, con motivo de la restauración de un cuadro de Velázquez apoyada, como no, por el Santander Universidades. Su pérdida ha causado un muy hondo pesar en toda la gente que ha trabajado cerca de él. Muchos de ellos amigos y ex-rectores que tengo en la mayor consideración por su profesionalidad y calidad humana.

Este es un país que tiende a ser cainita con las personas que han hecho cosas grandes. Quizás por una vez el reconocimiento, la verdad y la gratitud nos hará más libres y ojalá también más ecuánimes e inteligentes.

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