All iron!: ¡Todo hierro! Era el baladro que los inspectores ingleses daban en el puerto de Bilbao cuando entraba un cargamento que solo contenía mineral de hierro, sin ganga alguna, para enviarlo a la industriosas ciudades inglesas del siglo XIX y comienzos del XX. Al oír el ansiado grito, los bilbaínos se frotaban las manos: eso suponía más dinero. ¡Alirón!: la cosa va sobre ruedas. Y con el tiempo pasó al deporte.

Mi amigo Javier me lo contaba, entre otras sabrosas anécdotas, fruto de su indagación en tierras vascas este verano. ¡Qué buen científico habría sido de no haberse dejado embaucar por el emprendimiento! La vida es así.

Hace unos días fallecía en Valencia una persona muy querida, y que, en los últimos 25 años, he tenido la oportunidad de tratar con asiduidad, también por su vecindad. Además, le gustaba mucho el fútbol. Supongo que a su entrada en la otra vida le habrán entonado el único alirón que vale.

Vicente Valls Abad, alcoyano, Mestre Valencià d'Arquitectura, ha dejado una huella arquitectónica en la ciudad. No admitía nunca la ganga. Un guerrero fiero y férreo para contratistas y constructores, porque era enemigo mortal de la más mínima chapuza: el des-arte (desastre) de dar gato por liebre. Miraba a larga distancia: un edificio ha de durar muchos años y sus moradores habitarlo con gusto porque es su hogar, también su entorno: que fuera humano. Sin sobresaltos que sobrevienen cuando se ha defraudado haciendo las cosas de cualquier manera (es decir, sin maneras). Una instalación defectuosa, un pavimento mal colocado, un desagüe mal hecho, luego salen muy caros también por el coste para las personas que habitan el edificio. Y naturalmente, lo hacía levantar y poner nuevamente hasta que quedara bien hecho.

Fue arquitecto que se inmiscuyó a fondo en la solución al grave problema de vivienda de su época. Realizó numerosos conjuntos de viviendas sociales en las décadas de los 60 y 70 del siglo pasado: cooperativa de Tabernes Blanques, Chelva, San Rafael en Buñol, «Vicente Mortes» en la Fonteta de San Luis, «Virgen de los Desamparados» de la Avenida del Cid, o las 1.800 viviendas del Barrio de la Paz en el Polígono Vistabella de Murcia.

El grupo de viviendas sociales «Antonio Rueda» en Tres Forques marcó un hito referencial en este tipo de viviendas. Todo este esfuerzo le valió una mención especial del Colegio de Arquitectos de Valencia y Murcia. Sin duda, el hecho de su vocación cristiana en el Opus Dei le había configurado en su personalidad un modo de trabajar marcadamente profesional, hondamente eficaz y profundamente humano.