Alicante es una ciudad que parece diseñada de espaldas al mar, cuando posee una bahía y unas posibilidades que nadie, de momento, ha sabido poner en valor. Pero es que la capital, un tanto olvidada por sus respectivos ayuntamientos y por el propio Consell, más interesado en hacer de Valencia el símbolo del esplendor de la Comunidad, no es el único atractivo de una provincia tan variada y distinta.
El Puerto es la puerta de entrada a una serie de localidades llenas de contrastes y con un potencial turístico que va mucho más allá del clásico sol y playa. Las excursiones a ciudades como Elche, cuya industria del calzado traspasa las fronteras de este país y ha aguantado la crisis gracias al incremento de las exportaciones, o la propia Orihuela, una ciudad monumental que merece la pena visitar, son valores que ya era hora que alguien los pusiera en el mercado.
El turismo de cruceros ofrece unas enormes posibilidades de negocio, aunque ello conlleve que el comercio tenga que cambiar costumbres, y, sobre todo horarios los fines de semana, para atender a estos nuevos clientes. Ahora hace falta que de verdad se crea en las verdaderas posibilidades de una provincia encorsetada hasta el momento y con un tejido empresarial que sólo ha mirado por lo suyo.
