Información

Información

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Entre dos Pedros

Durante el siglo XIV la villa de Alicante (para los castellanos) o Alacant (para los aragoneses) fue un escaque importantísimo del tablero de ajedrez en que se había convertido el sudeste peninsular. Por su situación geográfica, su puerto y su castillo roquero, esta villa poseía una gran importancia estratégica en una zona donde las fronteras de varios reinos, cristianos y musulmanes, se hallaban permanentemente alteradas. Y esta circunstancia estuvo a punto de hacerla desaparecer.

En agosto de 1356 el reino de Castilla declaró la guerra al de Aragón. ¿El motivo? Pedro I de Castilla ansiaba recuperar la parte septentrional del antiguo reino murciano que desde 1304 había quedado en poder de los aragoneses por el Fallo Arbitral de Torrellas. Alacant estaba dentro de este conflictivo territorio, pues formaba parte del señorío oriolano, propiedad del infante Fernando, hermano del rey aragonés Pedro IV el Ceremonioso.

Esta lucha armada sería conocida como la guerra de los dos Pedros y fue probablemente la más larga, sangrienta y cruel que ha sufrido Alicante a lo largo de su historia.

Al inicio de la contienda el infante Fernando estaba enemistado con su hermano, razón por la cual se alió con el rey castellano, a quien cedió los castillos de Orihuela y Alicante. Las tropas de Pedro I tomaron la villa y el castillo de Alicante el 8 de septiembre de 1356, ante el descontento de sus pobladores, que eran leales a la Corona de Aragón. Seis décadas atrás, después de arrebatar la villa al rey castellano, Jaime II de Aragón había fomentado su repoblación con individuos procedentes de otras partes de su reino, especialmente catalanes, los cuales pasaron a desempeñar cargos consistoriales. Y sus descendientes eran quienes ahora veían cómo Alacant pasaba a manos de Castilla por la felonía del infante Fernando.

Pero los soldados de Pedro I de Castilla apenas si estuvieron un mes en posesión de Alacant. Las huestes aragonesas sitiaron la villa y la reconquistaron el 4 de octubre con ayuda de parte de la población, que se había sublevado.

Pedro IV de Aragón proclamó a Alacant «miembro nobilísimo de la corona»; como gobernador militar y comandante nombró respectivamente al maestre de Montesa y a Pere Arnau de Parestortes, prior de la Orden de San Juan en Cataluña; e hizo que el gobernador general del reino, García de Lloris, nombrara alcaide del castillo al noble Francesc de Cetina. También confiscó los bienes de quienes se habían manifestado partidarios de Castilla, repartiendo parte de ellos entre sus fieles, como Mateu d'Assagra, que recibió diez mil sueldos el 24 de noviembre.

Entre mayo de 1357 y agosto de 1358 se produjo una tregua, auspiciada por el Papa, que los aragoneses aprovecharon para reparar la fortaleza alicantina y acantonar en ella a 600 soldados, habilitando las dos albacaras como campamentos militares. Ello motivó que los gastos diarios ascendieran a 2.759 sueldos.

A finales de 1357, el infante Fernando se reconcilió con su hermano, quien le recompensó nombrándole procurador general del reino de Valencia.

Rota la tregua, la villa de Alacant/Alicante volvió a ser conquistada y reconquistada sucesivamente por las tropas castellanas y aragonesas al menos tres veces más, hasta 1366.

Una de estas veces, en julio de 1359, las tropas castellanas cometieron, según el cronista Viravens (aunque equivoca el año), «los mayores desafueros, cebándose en sus venganzas hasta el punto de llevar a efecto una matanza tan cruel como inhumana. La soberbia soldadesca degolló sin piedad a todos los paisanos que encontró a su paso; y tan horrible fue esta bestial jornada, que un célebre historiador, Pedro Lopez de Ayala, dice "que los dichosos fueron los muertos a espada, lanza o fuego, pues los infelices vivos que quedaron para ser testigos de tanta desolación, sufrieron la ignominia de vivir sin pies ni manos, sin narices ni orejas".»

En 1364, pese a estar bajo dominio castellano, el monarca aragonés reiteró la confirmación de todos sus fueros y franquicias a los habitantes de Alacant. Y al año siguiente, en las Cortes celebradas en Sagunto, varios vecinos de la villa lamentaron ante Pedro IV la situación de la misma, solicitando su repoblación y la exención de los subsidios extraordinarios que debían pagar. Le recordaron que raro era el día en que Alacant no sufría el ataque de embarcaciones sarracenas o castellanas, que de las mil personas que vivían en la villa antes de la guerra, ahora solo quedaban 60, pues el resto habían muerto, huido o cayeron presas, como los más de 200 jóvenes y mujeres que estaban cautivos en Granada.

La recuperación definitiva de Alacant por la corona de Aragón se produjo en el verano de 1366, tras replegar Pedro I de Castilla todas sus tropas. Pero antes de abandonar la villa, la soldadesca castellana, cumpliendo órdenes de su rey (posteriormente apodado «el Cruel»), destrozó cuanto pudo, arrasándola casi por completo.

Para procurar la recuperación de la villa, Pedro IV el Ceremonioso ordenó adoptar varias medidas y concedió ciertos privilegios: Reafirmó todos los antiguos derechos adquiridos hasta entonces por Alacant, perdonó el cobro de los censales pertenecientes a la corona, declaró a 108 alicantinos francos de peaje a su paso por la torre del Molinell, mandó que el jurado viviera de forma continuada en la villa? Y también castigó a quienes habían sido leales a Castilla: Privó del rango de villa a Monforte, restituyéndola como aldea pedánea al Consell de Alacant con el nombre de Nompot; confiscó los bienes del alcaide del castillo, Gonzalo Álvarez; declaró lícita la asignación hecha por los jurados sobre los bienes de los rebeldes; y perdonó a los alicantinos cualquier demanda civil o criminal en la que estuvieran implicados, excepto a Francesc Merita y Berenguer Gironés, considerados traidores, a quienes prohibió primero residir en la villa y condenó después a pena de muerte.

Una de las consecuencias que padeció Alacant por culpa de esta larga guerra fue su despoblación. Además de los muertos y prisioneros, muchos habitantes abandonaron la villa voluntariamente debido al hundimiento económico y la fuerte presión fiscal que impusieron ambas coronas para sustentar sus respectivos ejércitos. La población mudéjar desapareció por completo de los arrabales y huerta. Y, como ya hemos visto, en 1365 solo había 60 habitantes, temerosos e indecisos entre seguir en sus ruinosas casas o emigrar a lugares más seguros.

Por fortuna, las medidas adoptadas por Pedro IV surtieron efecto, aunque muy lentamente. Las casas y muros de la villa empezaron a reconstruirse, así como las puertas y partes más importantes del castillo.

En julio de 1367, a falta de otro lugar mejor, el Consell alicantino se reunió en la iglesia de San Nicolás y en presencia del gobernador de Oriola, Nicolau de Pròxida, para tomar varios acuerdos, como la ordenación del agua de la huerta y la restauración del archivo municipal, pues los documentos habían sido quemados o robados por las tropas castellanas antes de abandonar la villa, entre los cuales se encontraban los fueros concedidos por Jaime II.

www.gerardomunoz.com

También puedes seguirme en

www.curiosidario.es

Lo último en INF+

Compartir el artículo

stats