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Isabel Vicente

Animando al personal

s motivo de despido que un locutor -speaker, les llaman- de un partido de baloncesto haga un comentario sexual sobre las animadoras que bailan en los descansos para entretener al personal? La Federación de Baloncesto, la Fiba, considera que sí, y ha relevado a Carlos Olías de Lima, animador habitual del Bilbao Basket, quien durante un partido del mundial esta semana, lanzó un: «Quién pudiera pasar una noche con una de ellas», después de que las chicas bailaran al son de una canción de Enrique Iglesias en cuyo estribillo se repite la frase: «Me gustaría pasar una noche contigo».

El suceso ha provocado un verdadero aluvión de comentarios en las redes sociales y medios de comunicación, muchos de los cuales consideran que es una exageración despedirle por decir en voz alta lo que en ese momento estaba pensando gran parte del público masculino que acudió al encuentro tras presenciar la actuación de las animadoras. La Fiba dice que es un comentario machista y de ahí el relevo del speaker. Vale. Todo en aras de lo políticamente correcto. Hace un comentario machista, le despide, y todos contentos. Y las chicas, a seguir bailando ligeras de ropa para animar al personal. Deberíamos hacernos ver la hipocresía que rodea este tipo de cuestiones. Claro que hay que amonestar al comentarista por graciosete, pero lo primero que hay que hacer es acabar con la utilización de las mujeres como objeto sexual. No sé si Carlos Olías es machista o sólo algo bocazas, pero, desde luego, quienes propician o permiten que los huecos de los descansos de los partidos de baloncesto se cubran con chicas bailando, sí lo son.

Estamos tan acostumbrados a ver a chavalas espectaculares en minifalda sonriendo junto a los ganadores de la Fórmula Uno, a recoge pelotas de tenis que parecen sacadas de un catálogo de Women´secret y a azafatas de programas de televisión cuya única función es lucir palmito, que nos parece normal ver a una decena de chicas con un pantalón enano y sujetador bailando mientras los Gasol beben agua en el banquillo. Luego, eso sí, y en aras de la corrección, nos escandalizamos si alguien alude a lo que está viendo y nos quedamos satisfechos con el despido del deslenguado. Ya es hora de acabar con la cosificación de las mujeres. Y, si no se quiere, ¡oye!, que la mitad de los animadores sean chicos musculosos y con el culo prieto que bailen con gracia y, por lo menos, nos animamos todos, aunque luego, por favor, que no nos pidan que asistamos al espectáculo como si actuara el Ballet Ruso ignorando el obvio componente sexual de estos numeritos.

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