No puedo decir que sea una mujer anti fútbol por la sencilla razón de que me gusta ver algún que otro partido interesante en los que participan buenos equipos, como el Madrid, Real o Athletic, o el Barça, por ejemplo. Pero sí que debo confesar que estoy del fútbol hasta el mismísimo moño. ¡Es una vergüenza lo que está pasando! Sin ir más lejos la semana pasada hubo fútbol todos los días excepto el jueves, comenzando las retransmisiones de los partidos todo el fin de semana y continuando desde el lunes hasta el jueves. Tenga en cuenta el lector que el viernes empezó de nuevo la retransmisión del partido que correspondía por lo de la Liga, la Champions, la Intertoto, el Mundial o vaya usted a saber lo que se inventan para no tener que hablar de otras cosas más que de dicho deporte.

Creo sinceramente que se están pasando cuatro pueblos con lo del fútbol de marras que ocupa tanto espacio que, como leí en el Facebook el otro día, resulta que es más importante el corte de pelo de Sergio Ramos que el mogollón de medallas que ha conseguido la catalana y por tanto española Mireia Belmonte. Mireia que nadó desde los 5 kilómetros en aguas abiertas hasta los 200 mariposa, pasando por los relevos o los 200 estilo, consiguió 6 medallas, de las cuales dos fueron de oro. ¿Fueron a recibirla al aeropuerto como una heroína? Pues no. El fútbol es el único deporte que atrae a las masas y convierte a sus jugadores en héroes multimillonarios que, además, se convierten en ídolos de masas como si lo de meter la pelota entre cuatro palos fuera una proeza de padre y muy señor mío. Por esta razón la supernadadora, que España nunca ha tenido hasta ahora, pasa desapercibida, y no recibe los halagos y la admiración de la que indudablemente es merecedora y sí los reciben Iniestas o Casillas o cualquiera de ellos, de los que sabemos hasta el número de zapato que calzan.

Llega un momento en que esto del fútbol se convierte en un auténtico problema en las familias. No tenemos más remedio que optar por tres situaciones: o aguantar y tragarnos sin chistar el fútbol todos los días, o ver otra cosa en la cocina o retirarnos a nuestros aposentos y escuchar la radio que, ¡vaya sorpresa!, está retransmitiendo a toda pastilla el partido en cuestión con gritos que dañan los oídos, con bromas tontas y «gooooooooooooooooooles» interminables. Yo soy de las que opto por retirarme a mis aposentos, cabrearme con la emisora de radio que me ha quitado la tertulia de cada noche por lo del fútbol y cambiar de emisora inmediatamente. ¡Así de fácil!

Es tan increíble que a quien se lo digas no se lo cree. Me refiero, naturalmente, al hecho de que casi todos los días del año haya retransmisiones de fútbol. Es algo, desde luego para mí, sorprendente. Más sorprendente todavía es el hecho de que casi todas las emisoras de radio hagan lo mismo que en la tele. Es tal la invasión de mi intimidad por parte de los comentaristas que me entran ganas de borrarme de mi casa. Es que los tengo en mi propia cama con gritos, chistes tontos y comentarios de los versados en la materia que te explican los fallos de las jugadas como quien explica un problema de trigonometría. Es algo tan sorprendente que, muchas veces, me quedo casi traspuesta por la sabiduría del sesudo comentarista que, la verdad, no sé qué hace de comentarista. Debería ser entrenador del equipo de España y tendríamos, gracias a él, ganados todos los mundiales con total seguridad.

Pues nada, ya estamos de vuelta a la Liga, la Copa, Mundial y lo que se tercie. ¡Qué bien!