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Juan José Millas

En esas continúo

Alguien, a mis espaldas, en la mesa de al lado, contó que iba a tumbarse en el diván de su psicoanalista, cuando descubrió que en la cabecera había un pelo largo y negro, muy largo y muy negro, seguramente de la paciente o del paciente anterior. En ese instante, el camarero me sirvió el gin tonic y no logré distinguir lo que dijo a continuación. La voz era de hombre, habría jurado que de un hombre mayor, pero cuando me volví con disimulo, observé que se trataba de un chico joven, con las cuerdas vocales evidentemente envejecidas, que se tomaba una Coca Cola. Su interlocutora, una chica morena algo mayor que él, daba cuenta de un enorme batido de fresa con tropiezos, supuse, de chocolate. Alternaba las raciones del batido con caladas ansiosas a un Winston que olía a gloria.

-¿Te enfadaste con la psico? -preguntó la chica.

-Claro, le dije que tenía que ser más cuidadosa. Si no me llego a dar cuenta, lo mismo salgo con ese pelo pegado a mi nuca.

-¿Y qué, si hubieras salido con él?

-No sé -dijo el chico-, un pelo es un pelo. Un pelo es casi como una víscera. Lo normal, digo yo, es que entre paciente y paciente sacuda un poco la almohada. Imagínate que el paciente anterior a ti es un paranoico y que se deja la paranoia en el diván, y que se te pega a ti. Bastante tengo con mis problemas.

-Pero las paranoias no se pueden quedar en el diván -arguyó la chica.

-He dicho las paranoias por decir algo -respondió fastidiado el joven-. Lo mismo podía haber dicho la caspa, o el sudor, no sé.

-¿Y si ese pelo que encontraste hubiera sido mío te habría fastidiado tanto? ¿No dices que mi pelo es como cabello de ángel?

-Mira -concluyó el chico-, lo mires por donde lo mires, se trata de un problema de higiene. No puedes ir a tratarte una obsesión y salir con una dermatitis en el cuero cabelludo.

Dicho esto, se levantó urgiéndola a que ella se moviera también para no llegar tarde al cine. Yo me acabé el gin tonic y volví a casa incomodo, como si aquel chico, con la historia del pelo negro y largo, muy negro y muy largo, me hubiera contagiado algo malo, aunque no sabía qué. Y en esas continúo.

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