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Privilegios tácitos

EL DATO

El zambombazo macroeconómico del mes es el incremento trimestral del PIB del 0'6 %. Ya sé que estos enunciados son poco arrebatadores y por lo demás ignoro qué aspecto tiene el PIB, con lo que difícilmente puedo apreciar un incremento tan liviano, pero un par de señores sonrosados que no han pasado hambre desde las Guerras Púnicas recalcan que el dato confirma un «cambio de tendencia», que es como los estadísticos describen el tránsito de quien fumaba colillas y ahora puede permitirse comprar tabaco para liar. Una impertinente pregunta entonces cómo es posible que crezca el PIB sin aumento de precios y los gurús hablan entonces de que la bajada de los carburantes ha compensado la tasa de inflación. En una sociedad de opinión pública todo debe tener una explicación ininteligible que ambiente el encuentro en Santiago entre Angela Merkel y su apóstol Mariano, el discípulo que ha evangelizado España con el catecismo de la austeridad dando ejemplo a los herejes italianos y franceses.

LA DIÁSPORA

Hace muchos años, un club noruego del libro o así pidió a varias docenas de críticos y escritores de todo el mundo que eligieran las cien mejores obras literarias de la historia. La lista fue publicada por orden alfabético de autores sin hacer constar el número de votos recibido por cada una para evitar esas dudosas jerarquías que tanto gustan a los amigos de comparar «Guerra y Paz» con «El extranjero». Pero los votantes hicieron una excepción con el Quijote, que resaltaron como el mejor libro jamás escrito, y admito que la anécdota patriótica me enorgullece tanto como la flamante noticia de que una compañía española representará «El castigo sin venganza» de Lope en en Globe Theater de Strattford, el santuario de Shakespeare que hasta ahora jamás había acogido a clásicos no ingleses. Otro autor inglés comentó que un clásico es alguien a quien no hace falta haber leído para hacerle un elogio y sin duda esto explica que España tenga tantos clásicos a quienes hay que leer en Noruega o Strattford.

ESCOCIA Y CIERRA ESPAÑA

Acerca del referéndum catalán se ha escrito ya casi todo antes de que no se celebre, lo cual es por otra parte indicativo de cómo malgastamos el tiempo aquí, y sin embargo siempre hay alguien dispuesto a apostillar como hay jardineros que podan insatisfechos el rosal una y otra vez hasta que del rosal sólo quedan púas. Hablamos del ejemplo escocés, esa antorcha que ilumina el sendero de Mas y Urkullu. Bien, hoy aparece una fotografía tomada la víspera en Dundee en la que un ministro de Cameron se dirige a un grupo de gente en un parque. La audiencia no es numerosa y rodea al orador a poca distancia. Algunos de ellos exhiben pancartas con un «No» y, codo con codo, otros muestran las suyas con un «Yes». Ningún rostro muestra crispación, ni les separa un cordón policial, ni al ministro parece afectarle la división de opiniones. Ahora intenten imaginar esta escena en Mataró o Zarauz. Bueno, déjenlo.

EL DESLIZ

Está promocionándose «El niño», una película sobre el tráfico de drogas en el Estrecho rodada por los autores de «Celda 211» y también protagonizada por el portentoso Luis Tosar. Son credenciales impecables que presagian calidad y beneficios, una amalgama casi siempre esquiva, y los productores están saturando conscientemente algunos circuitos selectos con pases privados. Supongo que una de estas copias terminó en la comandancia de la Guardia Civil de Ceuta y debió de constituir un éxito ya que una patrullera espoleada por el ejemplo cinematográfico abordó hace unos días un yate que se mecía sospechosamente cerca de la costa. El patrón apareció en cubierta con atuendo y ademanes que ratificaron las sospechas, aunque el sargento al mando tuvo la sensación de que aquel rostro le resultaba familiar. Tras unos segundos, el sargento cayó en la cuenta: era el yate de Mohamed VI y, naturalmente, aquel señor iracundo era Mohamed VI. Para qué rodar películas.

FUERO VIEJO

Gallardón sostiene que los dieciocho mil aforados de la actualidad deben ser veintidós, una dieta elefantiásica para tanto bulímico institucional, y el presidente madrileño se ha revuelto como una gata encelada. Estas desavenencias entre compañeros son frecuentes desde que Caín y Abel riñeron como buenos hermanos, aunque no deberían ocultar el bosque. Que haya veintidós aforados sería hasta cierto punto irrelevante si alguno pisara la cárcel de vez en cuando. Lo preocupante no es un fuero formal distinto del que se aplica al ciudadano anónimo, sino los privilegios tácitos que el sistema concede al poderoso. Y eso no tiene nada que ver con el aforamiento, sino con la gramática parda cosida a las puñetas de las togas y al BOE. Hablamos de tribunales que variaron la interpretación de las leyes cuando tuvieron que juzgar a banqueros sistémicos y de Gobiernos de extremo centro que han convertido el indulto en la novena maravilla del mundo.

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