Dos fotografías de Torrevieja han sido portada durante las últimas semanas en este diario. Dos ramalazos de «añoransa». La primera corresponde al escudo de Torrevieja, realizado a finales de 1978 sobre el pavimento de la Avenida de la Libertad. La segunda es de la zona exterior de la escollera de las instalaciones náuticas Marina Salinas donde se ha instalado un artilugio denominado «cable ski» con chiringuito incluido. Leo lo del escudo de la ciudad, cuyo estado es aún más cochambroso que el del resto del pavimento del Paseo -lo cual ya es decir-, y me entero de las intenciones municipales de eliminarlo y poner en su lugar otro «parche» -uno más- en esta concurrida zona.

Me retrotraigo en el tiempo mas de tres décadas y veo a «El Moyi», a Francisco Moya Rebollo, salinero y artesano ya jubilado, en «cuclillas», colocando los filamentos metálicos en la misma curva del Paseo con el fin de enderezar el entuerto creado en aquellas obras donde no se encontraba manera de solucionar el remate del pavimento para aquel ángulo de 90 grados.

Mientras se habla de acabar con este símbolo, se conservan otros trabajos de parecidas característica realizados por el Moyi, también gratuitamente, como son el escudo a la entrada del Real Club Náutico o el de la Plaza de la Iglesia en el cercano pueblo de San Miguel de Salinas.

Hablé con el Moyi, siempre abierto, guasón y sonriente, tanto en el mar donde es muy hábil en la pesca deportiva como en tierra firme, y se mostró predispuesto a restaurar el escudo si se ponían en sus manos los medios necesarios. Con todo lo relativo a la Avenida de la Libertad ocurre lo mismo: Se encuentra pendiente durante un cuarto de siglo de la remodelación integral de la fachada marítima. A estas alturas y tras cinco quinquenios he perdido la cuenta de los proyectos presentados a bombo y platillo para ejecutar estas obras que nunca llegan.

Históricamente Torrevieja soñaba con ver su rada portuaria fuera de la dependencia del puerto de interés nacional de Alicante «porque en la capital de la provincia no nos querían». Se consiguió y pasamos a formar parte de los puertos de la Comunidad Valenciana. Y fue peor el remedio que la enfermedad aunque pensamos que nos iban a «ordeñar» con menos saña que el gobierno central. En el Consell se muestran como cuatreros a la hora de expoliarnos. Cuando pueden recaudar unos euros de la dársena y no se lo piensas dos veces. La última prueba de esta política de tierra quemada -o mejor dicho de esquilmar las aguas del Puerto de Torrevieja- ha quedado patente en la segunda de las fotos antes mencionada. De una tacada han acotado en torno a los cinco mil metros cuadrados de espejo de agua con el fin de promocionar un negocio de esquí acuático, en la misma área donde Santiago Calatrava diseñó su proyecto para la fachada marítima, el cual sólo quedó en una maqueta -carísima- y arrumbada en cualquier rincón municipal que contemplaba una terminal para cruceros. No se trata de evocar recuerdos. Pero tenemos motivo para sentir mas de un ramalazo de añoranza y alguna que otra congoja. Todo se vende. Permanecen los recuerdos.