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Antonio Sempere

Millennium

Tal y como está la televisión, Miillennium es un milagro. Un lugar en el que es posible la conversación sosegada. Una tertulia moderada por Ramón Colom en la que priman las ideas y en cuyas doce entregas emitidas hasta la fecha no se ha colado ni un programa prescindible. Un valor seguro. Una televisión que no ofende. Una oportunidad para reconciliarse con el medio.

Desde el fundacional La clave, los programas de debate han evolucionado, y mucho, en nuestra televisión. El que dirigía José Luis Balbín ahora no sería posible. Cuando regresó a nuestras pantallas por la vía de la televisión privada ya se demostró, emitiéndose en horarios imposibles (acababa pasadas las tres de la madrugada) y con escasos espectadores dispuestos a llevar a cabo el ejercicio de complicidad hasta el final.

Comunicadores tan sagaces como Jesús Hermida o Ángel Casas probaron con debates populares. Y desde Su turno hasta Los unos y los otros tuvieron una grandísima aceptación, empleando como reclamo a invitados con tirón mediático. En este sentido, uno de los últimos Millennium estuvo dedicado a «La importancia de reírse» y para ello invitó al plató a José Mota. La conversación entre el de Montiel y Colom fue de esas que debieran emitirse sin rubor en pleno prime time de La 1 y que, sin embargo, servidumbres del mercado, se ven relegadas a latitudes remotas. Pero lo importante es que todavía son posibles. Que existen espacios así. Que están ahí, otorgando al espectador inquieto la oportunidad de que sintonice con ellas.

No es ninguna boutade decir que Millennium ha sido uno de los mejores programas de la temporada televisiva que concluye. Sin necesidad de inventar nada, simplemente regresando a lo de siempre, a la esencia, y haciéndolo bien.

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