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Juan José Millas

Un mar de ansiedad

El ansiolítico se lleva la ansiedad, pero no sabemos dónde. Personalmente, después de tomarme un Lorazepam permanezco atento a lo que sucede en mi cuerpo y en mi mente, y noto que la ansiedad se escurre desde mi ser hacia un sumidero que no logro localizar, aunque estoy seguro de que se encuentra en mi conciencia. Tiendo a imaginarlo como el sumidero de un lavabo de cuarto de baño, o sea, de paredes lisas y brillantes, con una boca muy redonda de acero. A medida que la ansiedad se cuela por esa boca oscura, sin dientes, porque los desagües de los lavabos no los tienen, yo me voy aflojando. La flojera coincide con un rato que dedico por las tardes a la meditación, así que confundo el decaimiento con el éxtasis. Y es que, cuando se va la ansiedad por la puerta, entra la depresión por la ventana. No se trata de una depresión grande, entiéndanme. Hablamos de un decaimiento doméstico, de andar por casa, que se parece un poco a la bondad. De ahí el peligro de tomarlo por una variedad del nirvana.

Decíamos entonces que no sabemos adónde se larga la ansiedad cuando se cuela por el sumidero de tu mente. Imaginemos que los sumideros de todas las personas que tomamos ansiolíticos se unen en un punto, como los de las aguas residuales. Supongamos la existencia de alcantarillas inmateriales en las que se juntan mi ansiedad y la tuya y la de nuestros cuñados; la ansiedad de los curas y de los militares y de los jueces y de los notarios; la ansiedad de los adolescentes y de los camareros; la ansiedad de los conductores de autobús y de los informáticos y de los teleoperadores? Todas esas ansiedades, sumadas, deben de arrojar un caudal gigantesco que quizá desemboque en un enorme mar de ansiedad.

¿Quién nos dice que ese mar no es aquel en el que nos estamos dando un baño este verano? Es muy fácil otorgarle a una playa la bandera verde en función de lo limpia que esté. Pero la ansiedad, al contrario que la materia fecal, no es detectable. No hay medidores de angustia, creo yo. El mar, algunas tardes, parece estar al borde del colapso nervioso. Dice mi mujer que todo esto me pasa por haber sustituido el gin tonic por el ansiolítico. No sé.

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