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La pechuga

Digamos que desde el momento en que un publicista piensa en echar mano de las tetas de una señora para vender un producto, el pecho de la señora deja de ser pecho para ser pechuga. Es decir, algo que se exhibe en el escaparate, un asunto comercial. Sabemos que el uso de la pechuga como reclamo de ventas es tan antiguo como el del mármol en la propaganda de la fe. Estos días hemos sabido que hay televisiones, sin especificar los países porque me temo que forma parte de la campaña publicitaria, que dicen negarse a emitir un anuncio en el que la modelo Alexandria Morgan se quita un chalequito y se queda en sujetador para correr por un paseo marítimo con el pelo suelto, la boca abierta un poquito, como si le faltara el aire, la pechuga apretada, muy apretada, de ahí lo de la falta de respiración, y todo ello regado a cámara lenta con la música de Carros de fuego.

Un festival de tópicos. Un anuncio simplón, primario, para vender un artilugio en la muñeca que te marca el ritmo cardíaco mientras corres -¿o te corres?-. Semejante truño podría emitirse hasta en la tele de los obispos, tan castos como las tumbas blanqueadas. Lo cierto es que el efecto pechuga funciona. Veamos. Recordarán que aquí les hablé de un programa que emite Cuatro a la misma hora que El hormiguero y El intermedio, que se llama Todo va bien, y que su presentador, Xavi Rodríguez, se ríe todo el rato, y muy fuerte, por nada, sin gana, y eso se nota. El equipo del programa se esfuerza para que no se hunda, más, la audiencia. Invitan a gente de Mediaset y parece que se lo pasan pipa. Pero cuando el programa ha dado un petardazo de audiencia ha sido cuando Edurne, la rubia copresentadora, ha salido con el escote generoso y la pechuga en venta.

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