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Altos ejecutivos y crecimiento económico

La superación de la crisis pasa por una drástica reducción de salarios y dietas de los altos ejecutivos de las grandes empresas y bancos. Así se desprende de un estudio llevado a cabo por la Asociación de Economistas Importantes Organizados en las Universidades (AEIOU) con el título CEO's Revenues and Growth Rates in Spain y que se publicará próximamente en la American Economic Review for Fun, revista en el primer cuartil en su índice de impacto y que contará a sus autores para sexenios de investigación y, en el caso de que las hubiese (cosa que no creo), para posible ocupación de plazas de funcionarios.

El informe establece una clara correlación negativa entre dichos ingresos y los cambios producidos en el PIB español desde 2007 a 2013. Como buenos profesionales que son, conocen lo engañosas que son estas ecuaciones lineales por lo que han recurrido a diseñar un modelo matemático muy complejo que lleva a las mismas conclusiones una vez ajustados los parámetros para que tal cosa se produzca.

Sus datos provienen de las empresas incluidas en el Ibex y de los ingresos reconocidos por los respectivos informes anuales que dichas empresas proporcionan a sus accionistas, que es fuente de reconocida fiabilidad.

Hay, de todas formas, dos puntos débiles en su investigación que los autores reconocen con honradez y que solventan con el recurso a la bibliografía reciente e igualmente solvente.

Un primer punto se refiere a los datos que, por no encajar en su hipótesis inicial, los autores han dejado fuera de su análisis, como son los casos de Marsans, Cepyme, vicepresidencia de la CEOE, doctrina Botín e indultados varios. Pero, por lo que dicen, es válido hacerlo cuando se trata de justificar una política determinada (en este caso, reducir los ingresos de los altos ejecutivos para así conseguir el crecimiento). El caso más cercano es el de Kenneth Rogoff y Carmen Reinhart (Growth in a time of debt) cuya investigación demostraba la pertinencia de las políticas de ajuste en países altamente endeudados. Estos autores excluyeron de su hoja de cálculo algunas unidades, como es ahora el caso, amén de maltratar los cálculos que hasta un estudiante de postgrado pudo detectar. De momento, nadie ha podido detectar tales maltratos en el caso de AEIOU.

El otro punto aparentemente débil se refiere a las empresas consideradas ya que, al ceñirse a las del Ibex, dejan fuera empresas como Gowex que cotizaban en el Mercado Alternativo Bursátil. Pero es una limitación menor. Mucho más serio puede ser el que, al no tener datos sobre todas las empresas del Ibex, sea difícil generalizar sobre el conjunto de la economía lo que se obtiene a partir de una parte, por muy importante que sea, de la misma. Pero, por lo visto, también esto es legítimo como lo prueba el libro de Thomas Piketty (Le capital au XXIème siècle). En dicha obra, tantas veces citada y comentada, a partir del análisis de algunos países centrales (y no todos) se sacan conclusiones sobre desigualdad y crecimiento y se proponen, acordes con sus hallazgos, políticas fiscales universales, como mayor presión sobre las rentas más altas.

Estos informes son de agradecer, sobre todo porque, vistas las reacciones en contra, indican dónde reside el problema social, que no económico, que aqueja no solo a las Españas sino a otros países. En el caso de que el informe de la AEIOU hubiese sido real, las reacciones en contra, desde la denuncia por su sesgo ideológico a la revisión de datos y metodología como lo ha sido con Reinhart, Rogoff y Piketty, mostrarían, creo yo, quién manda aquí.

Digámoslo todo. En el caso de que el estudio de la AEIOU fuese real, tendría base empírica y teórica en un estudio de Cooper, Gulen y Rau (Performance for Pay? The Relation Between CEO Incentive Compensation and Future Stock Price Performance) que muestra una tendencia general en los Estados Unidos: las grandes empresas con altos ejecutivos híper-pagados son también las que en los siguientes tres años tienen peores resultados. A más salarios, peores resultados futuros, se podría decir.

Hay varias interpretaciones al hecho, pero la más prometedora es la siguiente: los altos ejecutivos híper-pagados se quedan tan satisfechos por tal cosa que reducen su actitud crítica hacia las propias decisiones. Algo así como que al ser híper-pagados se creen ya con derecho a tal dinero con independencia de cómo lo hagan en sus empresas. No es cuestión de la «crisis» ya que otras empresas van bien: es cuestión de los altos ejecutivos.

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