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Indiferencia eres tú

Cuando yo tenía 7 años en mi barrio organizaron una rifa solidaria con la que recaudar fondos para las víctimas del genocidio de Ruanda. Me tocó una muñeca de trapo a la que llamé Rubandita, ya que en mi cabeza venía de un misterioso y lejano lugar conocido como «Rubanda». Descubrir años después lo que había pasado allí (y cómo se llamaba el país en realidad) fue uno de esos bofetones que te ayudan a asumir lo mucho que apesta el mundo. «¿Realmente esa matanza se produjo ante la indiferencia del resto de la humanidad?», se preguntaba una horrorizada yo adolescente.

Poco me duró el espanto. Por desgracia, el tiempo se encarga de recordarnos de vez en cuando que unos muertos importan bastante menos que otros. Igual que la quinceañera que fui conoció con estupor las masacres de tutsis, supongo que los hijos de alguien (no sé de quién porque a este paso a mi generación no le da el presupuesto ni para criar a un perro grande), se preguntarán cómo fue posible que Gaza se desangrara bajo las bombas y nadie moviera un dedo para evitarlo. Más de 1.400 vidas segadas de forma intrascendente, cuerpos amontonados en las calles mientras aquí se miraba hacia otro lado con excusas diplomáticas.

Espero ver las caras de esos chavales cuando descubran que la mayoría de víctimas fueron familias refugiadas en escuelas, hospitales y viviendas cochambrosas. O cuando sepan que un Nobel de la Paz estaba armando a Israel en pleno conflicto. ¡Pero con balas pacíficas! ¡Con munición de amor! Pedir un alto el fuego mientras vendes lanzagranadas a una de las partes es el típico gesto en favor del fin del conflicto que siempre se agradece.

De hecho, a la ONU le han tenido que bombardear un colegio para que condene sin eufemismos ni boquita de piñón los ataques de Israel. Ha sido necesario que se apilen en las aulas decenas de cadáveres amputados para que tengamos algo más que declaraciones asépticas del tipo «Ban Ki Moon lamenta la tragedia de Gaza» (sólo faltaba que no la lamentase). A todo esto, o Naciones Unidas es una nueva facción terrorista y nosotros con estos pelos o hay alguien con muy mala puntería por allí, porque sería demasiado cínico pensar que han reventado una escuela llena de refugiados por simple euforia punitiva, ¿verdad? Mucha pena todo, ale, circulen.

De nuevo, qué fácil es situarse en una falsa equidistancia. En el «todos hacen cosas malas» y «qué desgracia, oye», que nos permite seguir adelante sin prestar demasiada atención al horror y creyendo que, total, no podemos hacer nada si esa gente decide matar a sus vecinos. La impunidad sigue siendo moneda de cambio mientras Occidente presume de neutralidad, pide diálogo en voz baja (no vaya a ser que alguien le escuche) o directamente se marcha a la playa intentando que los trozos de niños muertos no enturbien las merecidas vacaciones.

Como es verano y, Pujol aparte, no hay muchos temas de los que hablar, se le está dando bastante espacio a Gaza en informativos y tertulias. Ya que te van a masacrar, al menos que a alguien se le remuevan las entrañas al ver en la tele tu casa destruida y a tus seres queridos intentando sobrevivir entre los escombros de la indiferencia.

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