Una campaña publicitaria nos recordaba que Hacienda «somos todos» y si eso lo decía el Gobierno central a nivel estatal, a nivel local también deberíamos serlo, por lo que, si es verdad lo que reclama y denuncia Davicosta -no tengo por qué dudarlo-, no entiendo que los «guillenistas» -¡ponte bueno Rate!- se muestran reacios a hacer públicas las cuentas de las sociedades municipales, que al fin y al cabo son empresas de todos, aunque las gestionen -otra cosa es que lo hagan mejor o peor- los representantes de un puñado de olezanos, no de todos, porque por lo menos a mí no me representan. Y no digo que no me representen porque no les diese mi confianza en la última consulta electoral, que ese es otro debate -si voto y a quien voto-, sino porque considero que su gestión al frente de Palacio está más llena de sombras que de luces; vamos, que han «patinao» más que un «sagal» de once años en una pista de hielo, lo que ha sumido a Oleza en un más que alarmante y preocupante estado de «schok» continuo. Lo más reciente, aunque la segunda parte de esa batalla apenas si tuvo repercusión entre los olezanos puesto que se supo en plenas fiestas de Moros y Cristianos, ha sido la disputa interna en una agrupación festera que salpicó a todo el pueblo y que nos tendremos que tragar por la mala gestión que, desde el palacete del marquesado de Arneva, se ha hecho de una reyerta familiar en la que a los demás no nos iba nada. ¿Recordáis que los miembros de una comparsa se peleaban entre ellos para saber quién estaba legalmente autorizado a montar cuartel?. «Salomón» Guillén, asesorado por el guapo y sexy -según las chicas, aunque nada que ver ni con su hermano ni, sobre todo, con Grey- Antonio «Shoes» Zapata y Caroline Grace, decidió que los «díscolos» montasen su fiesta al margen de la Fiesta, pero con el beneplácito de la Fiesta, que tragó carros y carretas para evitar males mayores y que la sangre llegase al río. Lo «grasioso» de la historia es que la justicia ha dado la razón a quienes entendían ser los propietarios del derecho que les asistía y que los «revoltosos» no la tienen. ¡Toma, en «toa» la trompica!. ¿Qué hacemos ahora?. Parece que el año que viene, como hay un precedente, se puede montar la «marimorena», la del pulpo, la mundial y que cada uno disponga lo que quiera y mariquita el último, sin menosprecio para el colectivo de gays y lesbianas, que me merecen todo el respeto del mundo.

¿Otra?. ¡Nueva reyerta!. Ésta a cuenta de una bicicleta aparcada detrás de una de puerta de acceso al palacete de la Esquina del Pavo, a cuyo dueño no quieren ver los curritos/funcionarios ni en pintura, porque, aseguran, se mueve como un elefante en una cacharrería. ¿Una tercera?. La destitución del tesorero de Palacio después de veintidós años en el puesto, al parecer -según los «gavioteros»- sin que estén claros los motivos, salvo que sea por haber perdido la confianza de quienes nos «desgobiernan» y en ese caso éstos pueden cesarlo. Pero eso son cosas de funcionamiento interno; lo malo es cuando se actúa sin querer actuar, porque da que pensar. ¿Qué coño pasará con las cuentas de las sociedades municipales?; ¿se oculta información no ya a los «opositores peperos» sino a los olezanos?. Eso es grave, creo que incluso muy grave, porque al fin y al cabo ellos, nuestros desgobernantes, son meros administradores temporales -repito, temporales- de los bienes y patrimonio del pueblo, que en este caso son las empresas de las que no se quiere hacer pública su situación económica. Caroline, ¡las cuentas claras y el chocolate espeso!. Siempre se ha dicho que en la Dipu se da cobijo a quienes han hecho favores en momentos puntuales, sobre todo en campaña electoral, pero es que en las empresas municipales pasa lo mismo, por lo menos es lo que se dice. ¡Y no pasa nada; y si pasa, se le saluda!. ¡Pase, pase; don José, que está usted en su casa!.

Quiero recordar, y recuerdo -parafraseando al fallecido Adolfo Suárez-, que, cuando el entonces tripartito -reconvertido en bipartito- accedió al despacho principal de Palacio dijo algo así como «gobernaremos con luz y taquígrafos». Pues parece que la pera -bombilla- del flexo -lámpara- se ha «fundío» y que el escribiente tiene las manos rotas y «escayolás», porque la opacidad gubernamental es tal que, por no saber, no se sabe ni qué hora es. Es bueno que la mano derecha no sepa lo que hace la izquierda, pero si ambas no colaboran en momentos puntuales no se llega a un consenso para, por ejemplo, cortar la carne o pelar un «malacatón» y comer. La izquierda -la mano- agarra el tenedor y la derecha -también la mano- el cuchillo para cortar (los socatos/zurdos al revés). Yo quiero saber las cuentas y el pago de mis impuestos, que no son pocos, me facultan para exigir que se cumplan mis derechos. Hoy no me tomo ni un quintico ni un tinto de verano, porque estoy de mala leche; ¡ale!.