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Juan José Millas

Porca miseria

Disponer de una cuenta millonaria en Suiza debe de ser algo así como poseer un pseudónimo secreto dedicado a la pornografía. Como tener dos vidas, una en la tienda y otra en la trastienda. A veces, entre esas dos vidas existe una relación como de vasos comunicantes. Significa que con la actividad de la primera alimentas la segunda. Es lo que ocurre con los políticos que cobran comisiones (sean del 3% o del 5%), que gracias a lo obtenido en su actividad pública (o tienda) engordan al testaferro suizo (la trastienda). Mientras entre los vasos comunicantes haya cierto equilibrio, no pasa nada porque aquí somos muy tolerantes con los ricos. El problema de los Pujol ha sido que su costado oscuro (o suizo) se desarrolló más que el luminoso (o mediterráneo).

Todo el mundo debería tener derecho a una cuenta oculta en Suiza como a los quince minutos de fama que pronosticó Warhol. ¿Para qué? Para democratizar Suiza como se ha democratizado la fama. En cambio, la mayoría nos tenemos que conformar con los ahorros en la sucursal de la esquina. Los Pujol y Cía están contribuyendo a desprestigiar las oficinas de barrio. No es que los bancos necesiten mucha ayuda porque basta ver las comisiones que nos cobran por toser delante de un cajero automático para cogerlas asco. Y eso por no hablar de preferentes y otros productos financieros con los que vienen atracando a sus proveedores. Pero bueno, con todo y con eso, la sucursal de la esquina era la sucursal de la esquina y te merecía un respeto. Ahora bien, ¿cuánto hace que un miembro de la familia Pujol no entra en una de esas sucursales? Aproximadamente el mismo que no come en un Burger King.

Significa que el banco en el que has domiciliado el recibo imposible de la luz es lo más parecido un lugar de comida rápida. El dinero de las entidades suizas, en cambio, se hace a fuego lento. Es un dinero antiguo, bruñido como una tetera de plata. Un dinero que no ensucia las manos. Aunque puede, eso sí, ensuciar una vida, sobre todo si el relato que se hace acerca de su origen es tan inverosímil como el que nos ha hecho llegar Pujol padre. Con esa pasta, ya podría haber contratado a un negro (o pseudónimo) para que la novela resultara verosímil. ¡Porca miseria!

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