Broadway está de luto. Elaine Stritch ha muerto. Y aunque el óbito le ha llegado a los 89 años, la conmoción es inevitable. Parecía que la Stritch no iba a morir nunca. La última vez que la vimos cantar, con motivo de la Gala del 80 cumpleaños de Stephen Sondheim, hace sólo cuatro años, nos dio la impresión de que era incombustible. En aquella ocasión compareció junto a otras cinco damas que lo son todo en el musical neoyorkino.

Las seis vestidas de rojo intenso, sentadas cada una en una silla, esperando su turno y arropando a las restantes. Llegado el momento, Elaine, provista con su gorra roja rojísima a juego, interpretó un I'm still here para la posteridad. Un himno a la vida que pone la piel de gallina cuantas veces se escucha. Quintaesencia de una de las obras cumbres de Sondheim, Follies. En aquel sexteto irrepetible de solistas no podía faltar Patti LuPone cantando The ladies two lunch, el dificilísimo tema de Company que tantas veces cantara nuestra Stritch hace más de cuarenta años, en su estreno.

Para los que llevamos a Sondheim en el ADN se trata de temas fundacionales. Que no nos cansamos de escuchar. Porque cada vez nos dicen más, cada vez nos calan más hondo. En mi reciente cumpleaños, siguiendo el consejo de un amigo, decidí regalarme algo muy especial. Qué mejor que la versión de Company de 2011 subtitulada en español. Quienes por una cuestión generacional sufrimos el inglés como eterna asignatura pendiente, el hecho de perdernos al Sondheim original (que hace cantar a los personajes cuando éstos ya no pueden expresarse hablando), es una broma de muy mal gusto. Pero tomamos los subtítulos como un mal menor.

De todos modos, resulta hermoso comprobar cómo se pueden sentir tan cerca, y entender tan bien, melodías compuestas en otro continente. Y no vale decir que esto es fruto de la colonización americana. El mecanismo de las emociones, desde que me conozco, funcionó igual con Bach y con Sondheim, para entendernos. Sus músicas se instalaron desde el primer día. Emocionaron desde el primer día. Por qué estas sí y otras no es un misterio.

De ahí deviene también cierta extrañeza, al pensar hasta qué punto estos gustos particulares son marginados por la corriente mayoritaria. Porque, siendo sinceros, ¿cuántos de los nuestros conocían y se conmovían con la Stretch?, ¿cuántos tienen a Sondheim como compositor de cabecera? Nos pongamos como nos pongamos, seguro que seremos una milésima porción de quienes adoraban a Di Stéfano. Y eso siendo muy generosos. Pero aquí estamos. Cantando sotto voce I'm still here. Resistiendo. No nos queda otra.