A la población en general le resulta casi imposible entender qué prioridades orientan la labor del Gobierno (al que es de suponer preocupan las necesidades de los habitantes del país) que ha decidido adquirir dos nuevas patrulleras. Está de más recordar que España no está en riesgo de que se produzca algún conflicto militar. Se mantiene una relación... amorosa con Marruecos; en cuanto a Ceuta y Melilla (tema tabú), por el momento nada indica otra «marcha verde», y si hubiera que evacuar ambas ciudades no son las patrulleras las naves más indicadas. El eterno problema de Gibraltar, tampoco implica ningún riesgo significativo. España y el Reino Unido son aliados en la OTAN, miembros de la Unión Europea, millones de británicos visitan el país todos los años y no pocos han fijado aquí su residencia, a pesar de que la libra esterlina ya no es lo que era. El único problema real son las pateras, que son controladas rigurosamente (aunque en ellas no vengan invasores armados de ejércitos enemigos) y unas cuantas se hunden antes de llegar a nuestras playas. En cuanto al muro de alambre y cuchillas afiladas cuando no logran su cometido disuasorio (poner puertas al campo) allí están los gases y las pelotas de goma con los que la Guardia Civil dispara a pobres personas que nadan (y se ahogan). Incluso para los que logran llegar a la tierra prometida aún queda el recurso de la «devolución en caliente», medida ilegal que el Reino de Marruecos acepta tácitamente. Se devuelve en caliente y en frío.

Por eso llama la atención que en el Consejo de Ministros se haya decidido, como si algo rutinario fuera, modificar otra vez el presupuesto para aumentar el gasto militar en 333 millones destinados a la compra de dos patrulleras: se llaman BAM. Se las define como dos buques de acción marítima. En 2013 Defensa gastó casi 2.000 millones de euros más de lo que tenía previsto inicialmente: cinco millones diarios más de lo presupuestado. El Ministerio de Defensa no sabe de «ajustes».

Los «ajustes» se producen en otros ministerios, especialmente en el de Ana Mato, la responsable de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad. Por ejemplo, dicho Ministerio disminuyó en un 14% el gasto para la protección de la infancia desde 2012. El escándalo de pretender cerrar los comedores escolares durante las vacaciones y los informes sobre la pobreza infantil en España parecen no ser un tema prioritario. Destinan al mismo 17 millones extras a repartir entre todas las comunidades. La señora Mato reconoció la existencia de algunos problemas de malnutrición vinculados a la mala situación de las familias durante la crisis. Sin embargo, después rectificaba afirmando que «no son debidos especialmente a cuestiones económicas», sino que serían la deriva de una alimentación poco equilibrada (tal y como recogía Europa Press). Este «desequilibrio» la señora Mato pretende resolverlo con unos 17 millones de euros, un pedacito de una de las BAM. Todas las ONG, utilizando estadísticas oficiales, repiten una y otra vez que casi tres millones de menores en España viven en la pobreza. Uno de cada cuatro niños y niñas sufren malnutrición, y ¿cuántos hambre, concretamente hambre? Lo de malnutrición suena a eufemismo. En las guerras los militares suelen hablar de bajas, no de muertos.

Y hablando de Ana Mato, parece que le preocupa más que el 30% de la población infantil sufra exceso de peso: «nos movemos poco y comemos más de lo debido». ¿Poca vergüenza? La madre de un amigo en una situación como ésta, suele decir: «cómo que poca vergüenza, la tienen toda, porque nunca la usan». ¿Se come más de lo debido? La ministra debería saber que en los numerosos «bancos» de alimentos, que funcionan a lo largo y ancho del país, no se está en condiciones de distribuir frutas, verduras, pescados, carnes. Predominan las lentejas, pasta, arroz, garbanzos y poco más. No se come más de lo debido, puede que las personas con las que ella se relaciona habitualmente sí coman más de lo debido. En algo tiene razón, hay que moverse más para impedir que nadie pase hambre.