La vida es como un mercadillo, nunca se sabe cuando te vas a tropezar con algo de valor. Todas las cosas tienen un coste, pero una cosa es el precio de algo y otra su valor.

Cuando yo era pequeña veía un mundo más allá de los escaparates, si descubría cosas atractivas, me sentía envuelta por una sensación de deseo de poseerlas hasta que entraba en la tienda y me impregnaba de todo el aroma de los objetos que allí se vendían. Una tienda que te gusta siempre huele bien.

Buscas y rebuscas en todo lo que te rodea esperando encontrar lo que anhelas. Con el paso de los años esto ha cambiado. Aún recuerdo cuando iba a comprar a la tienda de ultramarinos de la esquina. Las galletas, legumbres o pastas se vendían a granel. Siempre estaba Paquito detrás de un inmenso mostrador, con su lápiz en la oreja, dispuesto a servirte los productos que apuntaba en un trozo de papel de estraza cortado a mano. Al finalizar la compra sumaba la inmensa lista con su mente, era el mejor IBM.

Eso tenía mucho valor, como el trato personalizado de las tiendas cuyo éxito dependía de saber comprar los productos y las habilidades para atender con cariño al cliente, los descuentos por amistad o «comprar fiado». No hacía falta bancos ni tarjetas, podías pagar poco a poco los excesos.

Cuando paseo, aún siento ese aroma a pesar de que pocas tiendas quedan de las de antaño. Primero fueron las grandes superficies, luego la crisis y el resultado: muchos comercios cerrados que ya no abrirán. El comercio digital ya es difícil de equiparar al tradicional. Las calles van quedando desoladas, carteles de se vende o alquila ocupan los lugares donde se comerciaba y se ahogaron con las deudas o el poco apoyo de las instituciones y bancos. Parece que olvidamos que la economía de nuestro país la sustentaban los pequeños comercios en las distintas ciudades.

Son muchos autónomos que no pueden mantener sus establecimientos o servicios por lo que quizás la alternativa sea subir al tren de las nuevas tecnologías y reinventarse para convertirse en comercio digital, tarea nada fácil porque la experiencia de años atrás no sirve para esta nueva forma de comerciar.

Me preocupa enormemente saber qué está pasando en los comercios de Alicante, hundidos en una crisis que parece no tener fin. Aprovecho mis contactos con las distintas asociaciones del sector para informarme a fondo.

La presidenta de FECOEMA me cuenta su descontento con la administración por el poco interés que ponen en las ferias del comercio de Alicante y provincia. Se vota en el consejo local de comercio que podrán realizarse dos ferias anuales en la capital. Sin embargo otra que gestiona una empresa privada, es aprobada para realizarse en el puerto con la particularidad de que los comercios que exponen son de otros sitios muchos de ellos y nada tienen que ver con los de nuestra provincia. La administración alega que ya se han realizado las dos ferias aprobadas y no es posible una tercera porque el cupo está completo. La presidenta de la federación de comerciantes cuestiona que se dé prioridad a las empresas privadas que representan a comercios de otras ciudades, prevaleciendo sobre la nuestra. Tras la reunión con el señor Ripoll la conclusión que saca es que los chiringuitos del puerto se dan a quien los paga, bien pagados por cierto.

La presidenta de la asociación de comercios de la calle Quintana me cuenta que los comerciantes de su zona están muy afectados por la falta de limpieza en las calles, invadidas por auténticas plagas. Muestra su lado optimista cuando hace alusión a lo resentidas que están las ventas pero todos sacan armas de comercio y se mueven hacia delante.

El vicepresidente de la asociación de comerciantes de Carolinas, se queja de la falta de alumbrado en la zona, lo que propicia la delincuencia. La falta de control policial es para ellos una prioridad olvidada por el Ayuntamiento. A esto añadimos la poca venta y la inmensa competencia con cada vez más tiendas de nacionales chinos que causan un daño irreparable al no poder competir con sus productos.

El gremio de joyeros de la provincia también está presente entre mis confidentes, la presidenta de la asociación de Alicante habla de la inseguridad en la que se vive cada día que abren las puertas, la cantidad de robos, la poca venta y la competencia desleal de ciertos comercios .

La plataforma de feriantes, representada por el presidente de la asociación de feriantes de Alicante, se queja del poco caso que le hacen en la administración, y de que no les dan ayuda de ningún tipo.

Me cuenta Pablo Moreno, el presidente de la asociación alicantina de Radio Teletaxi, que hay graves problemas: el descenso de clientes, el aumento del precio del combustible o la duración limitada de vida del taxi impuesto por la Conselleria de Transporte de la CV y el salario mensual medio de 1.000 euros con 17 horas de trabajo diarias sin vacaciones .

La asociación de esteticistas, en voz de su presidenta, piden que la administración ponga interés en erradicar la ilegalidad refiriéndose a las que ejercen en economía sumergida y que presten más subvenciones.

Estamos perdiendo el valor de nuestros comercios. Este es el precio.