Una adolescente es violada y amenazada de muerte por su violador si lo cuenta. Lo denuncia. La gente de su pueblo no la cree. Pero se declara probado en sentencia que lo que denuncia la niña es cierto. El pueblo sigue negándolo a pesar de que condenan al violador a prisión y a indemnizar a la víctima. El violador ingresa en prisión, pero no paga la indemnización. Le conceden el tercer grado. Regresa al pueblo. Ve a la madre de la niña que ha violado en una parada de bus. Se dirige hacia ella y le pregunta por la niña. No quiero imaginarme en la piel de esa madre. Enloquece. Sabe que el violador está en un bar, tan ricamente, y ella muerta de miedo por lo que le pueda volver a pasar a su niña. Tiene que hacer algo para proteger a su hija porque ni hay orden de alejamiento ni nada de nada. Huele que su criatura está en peligro. Como una autómata, se dirige a la gasolinera y pide que le llenen de combustible una botella de agua. Se va al bar donde está el hombre que violó a su hija y le rocía con la gasolina. Enciende una cerilla, se la arroja y se va. Lejos, sin rumbo. Muchas horas después la encontrarían al borde del mar con la mirada perdida, sin ser consciente de lo que ha hecho. El hombre arde y quienes allí están tienen la funesta idea de apagar el fuego con un extintor, que es lo que le causa la muerte días después. La madre, enferma incurable ya, es juzgada y la condenan a prisión y a indemnizar a la familia del hombre que violó a su hija. Pasa un año en prisión provisional. Se pide un indulto para ella. Se le deniega. Se pide otro indulto y se paraliza el ingreso en prisión. El tribunal se ha mostrado favorable a la concesión parcial de indulto, pero el Ministerio de Justicia lo deniega. Vuelve a ingresar en prisión; la más cercana a su domicilio. Es una familia humilde, sin recursos, pero comienzan a pagar a plazos la indemnización a la familia del violador, que sigue sin abonar su parte. Sólo quieren tenerla en casa. Y llega la tercera petición de indulto. Y el mismo Tribunal que informó favorablemente ahora lo hace en sentido contrario. Una de las causas alegadas es que ella no «ha hecho el mínimo esfuerzo por reparar el daño causado a la familia de la víctima». Y la castigan llevándola a una prisión más alejada de su familia, de su niña, que es la que está pagando, con su modesto sueldo, a la familia del que la violó ¿Es esto justicia? Sí, justicia patriarcal.