Una parte del profesorado del IES Miguel Hernández interesado en el conocimiento de nuestra ciudad, realizó un curso de formación con el fin de conocer la historia y las posibilidades económicas y culturales que ofrece nuestra Alicante. Conforme avanzaba el curso iba aumentando nuestra decepción. Alicante, esa ciudad que tanto queríamos, era el resultado de unas gestiones inadecuadas, fruto de «pelotazos y riñas». El desarrollo del pueblo de pescadores y agricultores de pequeña huerta que había sido Alicante se estaba convirtiendo en el lugar donde muchos depredadores ponían sus ojos para lucrarse sin importarles el resultado, degradando esta ciudad y eliminando sus muchas posibilidades de un desarrollo adecuado. ¿Qué le íbamos a contar a nuestro alumnado?, ¿que la ciudad había sido degradada sin que sus habitantes hiciésemos nada por ella? Eso no nos parecía ni coherente ni educativo; por ello desde aquí queremos dar a conocer nuestras conclusiones que centramos en distintos aspectos: económicos, culturales, urbanísticos y turísticos.

En el aspecto económico, se ha producido destrucción del tejido industrial, crisis inmobiliaria y pérdida de importancia como centro administrativo. Se debería actuar creando una industria propia (no coyuntural como la construcción) con centros de innovación y desarrollo que hagan atractiva la ciudad. Se debería potenciar el Puerto como enlace comercial y, olvidando el chovinismo alicantino, poner la ciudad al servicio de la provincia estableciendo buenas relaciones con el resto de núcleos industriales. Igualmente se debe desarrollar un buen sistema de comunicaciones con el aeropuerto y potenciar la red de trenes de cercanía que es la que verdaderamente debe vertebrar la provincia.

En el aspecto cultural hay que superar el olvido al que se ha sometido a los artistas mediante campañas que den a conocer su obra, con especial atención a las nuevas expresiones de la cultura y el arte. Labor que deben coordinar las instituciones y cuyo objetivo debe ser crear un pueblo culto, formado y crítico.

En el aspecto urbanístico, el urbanismo, caótico e incoherente, es consecuencia de intereses privados y mezquinos que han llevado a la destrucción o aislamiento de una parte importante de la riqueza urbana de Alicante. ¡Qué lejos quedan en nuestra historia los planes de principios del siglo XX con el Ensache y el barrio de Benalúa! Los accesos no son dignos, la franja costera, una de nuestras mayores riquezas, al depender de diversos organismos (Autoridad Portuaria, Renfe, Adif y FGV) se ha convertido en un «aparcamiento de yates» y en una carretera nacional que separa playa y Puerto. La ciudad necesita con urgencia un plan urbanístico hecho en función de sus ciudadanos y ciudadanas, que la abra al mar y la haga moderna y habitable, mejorando su accesibilidad con perspectivas de futuro.

En el aspecto turístico, Alicante es una ciudad por la que pasan turistas, pero no es turística. El turismo de Alicante se basa en el sol, la playa y un turista de hipoteca (propietario de un apartamento). Nuestra oferta hotelera es escasa y anticuada. ¿Cómo podemos cambiarlo? Tendremos que recurrir a nuestros recursos: históricos, naturales y culturales. En Alicante se han producido importantes acontecimientos históricos: fue una de las tres ciudades no conquistadas por Napoleón en la Guerra de la Independencia, las revueltas liberales del siglo XIX y el final de la Guerra Civil entre muchos otros. Hechos históricos que deben potenciarse como atractivo histórico-cultural de la ciudad.

Alicante también es naturaleza. Su patrimonio natural es extenso y variado: la Serra Grossa, Aguaamarga, Fontcalent, la sierra de Colmenar, el sistema de riegos de la Condomina y sus torres defensivas. Es una interesante alternativa a desarrollar mediante visitas y rutas que pueden ser atractivas para cualquier visitante.

Hay que mejorar el conocimiento y divulgación de nuestra excelente gastronomía, convirtiéndola en un atractivo turístico poniendo en valor sus denominaciones de Origen potenciando así el desarrollo de la agricultura e industria alimentaria de la zona.

Es urgente intervenir y potenciar todos estos valores para conseguir una nueva ciudad, una ciudad amable, no agresiva, limpia, paseable, en resumen una ciudad para las personas.

Desde la reflexión que nos ha provocado este curso, pensamos que debe ser el profesorado el primero en conocer y apreciar los valores de nuestra ciudad para desarrollar en nuestro alumnado actitudes críticas y positivas sobre la misma. Este trabajo no es sólo función de los centros educativos, es una obligación de toda la sociedad y especialmente de sus regidores, el elaborar una estrategia de concienciación y mejora que asegure el futuro de la ciudad y sus habitantes.

(*) Firman también este artículo Mª José Lledó, Ramón Amorós, Mila Blanes, Trinitario Salinas, Gloria Milán y Carlos Luis Sánchez, profesores del IES Miguel Hernández de Alicante.