Tengo que reconocer mi ignorancia sobre el mundo del ciclismo hasta el punto de que he decidido ponerme en manos de Carmelico -El Guti- para hacer un cursillo intensivo y no meter la pata cuando me hablen de demarrajes, abanicos, arreones, hacer la goma, escapadas, metas volantes, tubulares y todo lo que tenga relación con la serpiente multicolor, con, en definitiva, las bicis. Pero mi ignorancia va mucho más allá, porque no tenía ni idea -lo prometo por Raymond Poulidor y Eddy Merckx- de que Oleza era el final de una etapa de la antigua Bicicleta Vasca, actualmente Vuelta Ciclista al País Vasco, que ganó por primera vez el gabacho Louis Caput, en 1952, y en la que los ciclistas españoles han conseguido treinta y cinco entorchados, por cuatro italianos, tres franceses, un alemán, un letón, un ruso y un americano. Creo que esta prueba -la Bici Vasca- fue la precursora de lo que ahora se conoce como Vuelta Ciclista a España. ¡A lo mejor por

eso termina una etapa en Oleza!. Reconozco que no tengo ni pajorera idea de cuanto tenga que ver con los esforzados de la carretera. Quienes parece que cada día van entendiendo más sobre este asunto -las bicis- son los de la Guardia Olezana de Guillén y, por supuesto, don Luis Galiana.

Yo había oído hablar de Federico Martín Bahamontes, Luis Ocaña, Perico Delgado, Miguel Indurain, Abraham Olano, Roberto Heras y Alberto Contador, pero no sabía nada de un ciclista llamado «Interventor» que -dicen- tiene grandes atributos en la entrepierna para afrontar retos impensables para el resto de los mortales. Y me jode porque, para saber algo y hablar con conocimiento de causa, he buscado cosas sobre él en internet y no sale nada del equipo con el corre ni de la marca de la bici que utiliza; ¿será una Orbea o una BH?. Es más, ni siquiera se habla del rodillo sobre el que calienta antes de afrontar una contrarreloj y que hay que tener un par de huevos para moverlo.

En Oleza, el ciclista más famoso, y creo que el único que había salido hasta ahora en los papeles por sus gestas sobre un velocípedo, es don Bernardo Ruiz «El Pipa», hasta el punto de que en Palacio se consideró conveniente reconocer sus proezas poniendo su nombre a un Pabellón Polideportivo en el Palmeral. Pero resulta que lo que hizo El Pipa en, por ejemplo, el Tour de Francia es una mierda comparado con lo que está consiguiendo Interventor, el ciclista con más huevos que el caballo del General Espartero. El Pipa entrenó muy fuerte durante toda su vida para poder ganar una prueba. El alto de Torremendo era una cagada de chincheta para El Pipa, mientras que las escaleras del palacete del marquesado de Arneva son pan comido para Interventor, que aunque tiene relación con las cuentas no es Contador, otro grande de las bicis de manillar de cabra. En los demarrajes Interventor, cuando arranca, deja a «to» Dios más tirao que una colilla en plena calle Mayor; poco menos que sentaos en la cuneta y con el resuello «entrecortao». Una leyenda urbana asegura que el payo se entrena cada día subiendo al seminario de San Miguel sin levantare del sillín y con el plato pequeño.

Lo único que yo sabía de las bicicletas es que ¡son para el verano!, como se encargó de decirnos Fernando Fernán Gómez, pero como en verano hace mucho sol y calor a mansalva, lo mejor es guardarlas detrás de las puertas y si éstas -la puertas- son del vestíbulo de un Palacio que está vigilado por un guardia, pues mejor, porque me aseguro de que nadie va a tocármela, la bici; claro. Lo que me fastidia es que si un ciudadano cualquiera -pongamos que hablo de mí- se niega a identificarse cuando se lo pide un agente de la autoridad se lo llevan a trullo por lo menos una noche, por listo y para que se le bajen los humos, aunque al parecer hay ciudadanos y ciudadanos, lo mismo que calamandurrios y cochinetas. Una vez más se ha demostrado que todos no somos iguales ante quienes tienen que procurar que lo seamos, en este caso un guardia local, que reculó cuando tenía que haber tirado de grilletes para conducir al «huevudo» al cuartelillo como cuando se llevaban a otro que -ese sí- tenía un par de huevos y se los jugaba cada tarde que trabajaba, Manuel Benítez «El Cordobés», pero claro este era torero ¡y no es lo mismo!. Por cierto, ¿por qué no se inmovilizó el vehículo, como cualquier otro que comete una infracción y se avisó a la grúa para que lo pasease por «tol» pueblo?. La próxima vez que vaya a Palacio iré en mi coche y -aviso- aparcaré en el vestíbulo; le daré unos céntimos al guardia de turno y lo tendré vigilado todo el tiempo. ¡Para algo tienen que servir los impuestos que pago!.

¡En la bici de papá, nos iremos a pasear!, ¿o era en el coche?. La verdad es que no estoy seguro porque lo cantaban los payasos, pero no unos payasos cualquiera; eran los payasos de la tele y eso son palabras mayores, como lo que hace Interventor.