La reciente visita a Benidorm del alcalde de Miami propició la celebración de una mesa redonda, moderada por Antonio Magraner, en la que participaron varios representantes de la sociedad local reforzados por otros cargos de nivel provincial. El motivo de tal reunión, como era de esperar, fue el intercambio de experiencias y conocimientos con la finalidad de producir el enriquecimiento de ambas delegaciones. Todos los nuestros intervinieron mientras que de allende el Atlántico solo el alcalde lo hizo. ¿Saben lo que les digo? Pues que a pesar del desequilibrio de intervinientes (5 a 1), no se produjo la esperada ida y vuelta de argumentos, ya que poco le pudimos enseñar de utilidad a la misión americana, mientras que el caribeño, él solito, sí que fue capaz de explicarnos cosas de su ciudad que bien podrían ser de aplicación por aquí.

La primera y principal conclusión que se pudo extraer fue que Benidorm no es Miami. Nos relató el señor Tomás Pedro Regalado una serie de realizaciones que solo los muy inocentes podrían imaginar que se pudieran llevar a cabo en nuestra capital del turismo. Para eso Benidorm tendría que ser o parecerse a Miami y no es así. Tienen edificios altos también, pero no es suficiente para establecer una semejanza. Existen otras muchas diferencias que lo impiden. Miami es una gran ciudad que nuclea una amplia área metropolitana compuesta por varios municipios que alcanza los cinco millones y medio de habitantes, posee universidades, el puerto de cruceros más importante del mundo, es base de grandes grupos económicos, goza de una oferta cultural de nivel internacional dinámica y renovada gestionada por la iniciativa privada, dispone de aeropuerto y vías de comunicación construidas a la medida de sus necesidades, polígonos tecnológicos -ellos, sí-; y, en fin, no quiero aturdirles, repasen el somero inventario y verán como nuestra villa es diferente.

Lo captó perfectamente, y así lo reflejó en su intervención, Toni Mayor, presidente de Hosbec, cuando el americano glosó la actuación de los empresarios de su localidad al reconvertir una veintena de naves industriales, que habían cerrado a causa de la debacle de la crisis, en galerías de exposiciones y otras instalaciones creando una extensa atracción turística de carácter cultural. Los emprendedores -contó el alcalde- solicitaron y obtuvieron que el Ayuntamiento les bonificara fiscalmente, les pusiera más policía, les incrementara las licencias para la venta de alcohol, y yo qué sé qué más facilidades para hacer posible la rentabilidad de la iniciativa. ¡Pásmense! Todo ello aceptado por el resto de negocios locales que preferían un barrio renovado y activo antes que depauperado. Toni, en su turno de palabra y con la socarronería que le caracteriza, dejó constancia de las diferencias entre ambas localidades diciendo que, «para empezar, aquí no existen todas esas naves».

A pesar del calado de la ironía que empleó el presidente de Hosbec, en mi opinión se quedó corto. Coincido con él en la discrepancia existente en cuanto a la dimensión industrial, pero, analizando el relato del edil, yo constataría otras carencias en nuestra población que impedirían llevar a cabo proyectos semejantes. Veamos: ¿Encontraríamos un grupo de empresarios local dispuesto a una actuación de este calado? ¿Podría el Ayuntamiento concederles los tratos de favor demandados? ¿Consentiría la sociedad local que se les dieran tales facilidades? Está claro que «Benidorm is different, Mr. Mayor».

No se equivoquen, ¿eh? Benidorm tiene muchas cosas destacables que resultan esenciales para manejarse con éxito en los mercados turísticos. No lo estoy colocando en posición de inferioridad. Lo que ocurre es que no juega en la misma liga. Casi diría que ni siquiera comparten el mismo juego. Es otra cosa y basta.

Aunque para envidia justificada, la explicación que nos dio sobre la organización técnico-administrativa de la función pública. Esta sí que necesitaríamos importarla. Resulta que allí también existen diversos niveles (municipio, condado, estado). Como ven muy parecido a lo que ocurre aquí. Pero, con una notable diferencia: ellos tienen bien definidas las competencias y cada cual asume las responsabilidades que le corresponden sin duplicidades ni pisarse la manguera. Aunque puede darse que tengan que actuar en proyectos que afecten a más de un ámbito administrativo (varios municipios o condados), entonces cuentan con comisiones mixtas para canalizar y resolver las necesidades individuales y generales. La disposición de los distintos niveles competenciales no está basada en circunferencias concéntricas aisladas sino en forma de espiral con accesos ascendentes y descendentes que permiten la comunicación sin menoscabo de los intereses comunes.

Vamos, que no ocurre lo que en la playa de l'Albir que en la parte de l'Alfàs se circula de sur a norte y en la de Altea de norte a sur; por lo que no se puede recorrer de un tirón. Cualquier día se van a chocar en la raya de término.

Ésa, autoridades locales, fue para mí la aportación en la que deberían reparar en lugar de hacerlo con la tasa turística que allí se practica. Y no solo lo digo por lo delicado e inconveniente que puede resultar la simple mención del asunto. Lo digo porque aquí ya existe y no se precisa pedir a nadie que nos documenten. Para lo malo ya nos valemos solos.