Hay políticos que se dirigen a la gente como si fuésemos imbéciles. Y no es verdad, señores iluminados. Los ciudadanos de este país somos gente que pensamos por nosotros mismos. Lo digo tanto por los que llevan toda una vida en esto de lo público pero también por aquellos recién llegados y que han descubierto tanto en la política como en los medios de comunicación una forma de vida. Dejen de insultar y de regañar, por favor.

Ni qué decir que los ciudadanos estamos hasta las narices de que nuestros políticos y gobernantes nos engañen permanentemente, tanto desde el Gobierno de la nación, como desde gobiernos de comunidades autónomas o desde cualquier Alcaldía que se precie. Hasta aquí todo es una obviedad, y de ahí la gran desafección que tiene la sociedad con una clase política que ha ido perdiendo la esencia misma de su existencia. Nos han engañado en la ejecución de los programas electorales, en decir una cosa y poner en práctica la contraria, en vender parte de nuestra soberanía a las fuerzas del mercado y a una Europa vergonzosa en sus planteamientos; y qué decir del ámbito local y municipal cuando hay casos donde se gobierna para intereses del empresario y constructor de turno sin tener en cuenta el verdadero interés del ciudadano de a pie.

Ahora, el presidente del Gobierno y el PP saca un nuevo «conejo» de la chistera. Se prepara una reforma electoral que significará que sea alcalde el que obtenga más sufragios y eliminar así, de un plumazo, las coaliciones posteriores de grupos minoritarios. Es evidente, que plantear esto a unos meses de las elecciones municipales denota lo siguiente: que el PP está preocupado y acojonado por la posibilidad de no mantener alcaldes o alcaldesas por la nefasta gestión del gobierno de Rajoy y el castigo de éste con los ciudadanos; que Rajoy conoce las encuestas que les penalizan fuertemente -el castigo empezó en las últimas elecciones al Parlamento Europeo-, y por eso quieren cambiar las reglas de juego a mitad de partido. Esto no es justo, ni ético ni plausible. Son las trampas de un perdedor.

Señor Rajoy, escucharle a usted hablar de regeneración democrática cuando tiene sobre su partido el caso Bárcenas con la presunta contabilidad B y la supuesta financiación irregular o el caso Gürtel es para descojonarse de la risa. No está usted legitimado para pilotar una regeneración democrática mientras no asuma responsabilidades políticas. Haber conseguido echar a la señora Álvarez del Banco Europeo de Inversiones por su imputación en el caso andaluz de los ERE y no hacer lo mismo con los imputados del PP en las Cortes Valencianas o con la alcaldesa de Alicante, señora Castedo, no es entendible. El criterio sobre actitudes en presuntos casos de corrupción tiene que ser el mismo, y usted tiene dos varas de medir: una cuando el damnificado viene de las filas socialistas y otra cuando el imputado pertenece al Partido Popular. Hablan de regeneración democrática y dilapidan el diálogo con el conjunto de la oposición en el Congreso de los Diputados aprobando un decreto que modifica nada menos que 26 leyes, y lo han hecho sólo con los votos del PP y sin debate parlamentario. ¿Está nuestra democracia «secuestrada» por el absolutismo del PP? ¿Qué tipo de regeneración es la que usted quiere, señor Rajoy? Ahí lo dejo.

Presidente Rajoy, sus prioridades partidistas y electorales están alejadas de las necesidades reales de la gente. A pesar de su propaganda gubernamental, se siguen cerrando comercios porque no hay consumo, se siguen desahuciando a personas por haber perdido su empleo o haber visto reducido su salario y no poder pagar la hipoteca de su vivienda, y sigue habiendo una alta emigración de españoles que indignados sufren el destierro hacia un nuevo dorado laboral y personal. Y en esta lucha por los derechos civiles y sociales hay ONG y sindicatos de clase que con más de cien años de historia siguen trabajando por los más débiles de nuestra sociedad. Es aquí donde quiero hacer un pequeño homenaje a un gran sindicalista recientemente desaparecido, compañero Lito, que trabajó mucho y bien por defender a la clase trabajadora y por mejorar la vida laboral de todos y todas. Su impronta negociadora es sobre la que deberían fijarse tanto la actual cúpula de la CEOE como el propio Gobierno de España. Siempre supo diferenciar entre lo importante y lo urgente, entre lo necesario y lo accesible. Y sin trampas. Adiós, amigo.