Tres jóvenes israelíes fueron secuestrados y asesinados. Los ataques de nacionalistas judíos se han multiplicado en venganza por la muerte de los tres estudiantes. El hallazgo del cadáver de un adolescente palestino en un bosque de la parte árabe de Jerusalén ha desatado enfrentamientos en la parte este de la ciudad. Estos crímenes injustificables ponen una vez más sobre la mesa el conflicto palestino/israelí, que comenzó después de la Segunda Guerra Mundial: las Naciones Unidas autorizaron la existencia del Estado de Israel, cuando el Holocausto ya no podía ser ocultado. Inclusive esta decisión contó con el apoyo de la Unión Soviética que, al menos, podía usar su derecho a veto y no lo hizo. A las potencias europeas que tuvieron que abandonar sus colonias en la región les pareció oportuno este nuevo Estado y no ocultaron el deseo de seguir con sus negocios. El mundo árabe manifestó su rechazo.

En la ONU, por otra parte, se llegó a hablar de la posibilidad de que dicho Estado se ubicara en Argentina, país en donde vivía y vive una comunidad judía significativa. Pero, desgraciadamente, Palestina es un lugar sagrado para las religiones del Libro, de la Biblia: judíos, musulmanes y cristianos. Desgraciadamente, repetimos: esta tierra sagrada para tres religiones ha sido regada por mucha sangre siglo tras siglo. Y sigue imperando una vieja ley, el ojo por ojo, el diente por diente. La ley del Talión suele justificar cualquier crimen, sea el que sea el agresor o la víctima. Los dos bandos se sienten autorizados a la venganza.

Durante la Guerra Fría esta región interesó especialmente a las dos grandes potencias de entonces, Estados Unidos y la URSS y como si se tratara de un siniestro juego de ajedrez sangriento, palestinos e israelíes fueron manipulados cual si fueran peones en un tablero que abarcaba en realidad el mismo mundo.

Estados Unidos decidió apoyar sin reserva al Estado israelí y la Unión Soviética apoyar a algunos países árabes. Lo que menos les interesaba era esa población enfrentada, dividida, sufriendo una serie de necesidades.

El mundo árabe usó la reivindicación legítima palestina pero sin comprometerse sinceramente, y lo sigue haciendo. Palestina finalmente reconoció la existencia del Estado israelí, después de muchos años de posponer su eliminación, pero el actual Gobierno israelí se niega a reconocer el derecho de los palestinos a vivir en un Estado independiente. Gran parte de estas poblaciones están hartas de tantos muertos, destrucción, sufrimientos, pero los que mandan en ambos bandos contendientes viven de esta situación, se nutre de ella. Su poder emana de esta tragedia.

El injustificable crimen de estos jóvenes israelíes y palestino es parte de una historia que se repite una y otra vez. Se trata de debilitar a los que en ambos lados de la trinchera quieren llegar a un acuerdo, quieren vivir en paz, quieren prosperar, quieren hacer planes de futuro. El extremismo es el alfil que amenaza con el jaque mate.

No se trata de un enfrentamiento religioso: no todos los israelíes son judíos, miles de ciudadanos de este país son árabes y no pocos se organizan en partidos políticos con representación en el Parlamento. No todos los palestinos son musulmanes, y musulmanes de distintas tendencias; también los hay cristianos. Hay que tener en cuenta que una parte significativa de la población israelí es no creyente. Tel Aviv es una ciudad europea en cuanto a sus costumbres. El problema fundamental de esta región no es el religioso, pero lo religioso es manipulado para abrir un abismo entre ambas comunidades.

Es de desear que la comunidad internacional (¿qué es la comunidad internacional?) decida desactivar este permanente foco de tensión que provoca tantos sufrimientos, especialmente en la población palestina. Los países árabes petroleros nunca se preocuparon por sus hermanos. Sólo la ONU trata de mitigar tantas penurias. Siguen siendo peones, víctimas de intereses ajenos.