La verdad es que uno no es nada asiduo a la tele. Es más de periódico, en papel, y de noticias en la radio, en una palabra: mayor. No obstante, cuando escucho y encima veo al «Coletas» -como le denominan, cagados de miedo, propios, los míos y los más contrarios-, uno se remonta a los ya lejanísimos tiempos en la que se trabajaba por una ilusión, por unos principios, unos tiempos en los que se creía en una ideología que pretendía cambiar las injusticias en la que estábamos viviendo.

Y, trabajábamos, sin preocuparnos de las horas ni de lo que nos costaba de nuestros, normalmente, exiguos bolsillos. Muchos, muchísimos, querido «Coletas». Al menos tanto como tú. Cada uno en su ámbito, en su particular elección o en sus máximas aspiraciones. Por eso me sienta mal cuando generalizas aquello de «la casta». Todos son iguales = a todos los políticos son corruptos. Mal, pésimo mensaje. Somos muchos, muchísimos los que nunca nos creímos «casta» ni nos dedicamos a la política para «hacernos ricos». Esa frase nació con alguien que, hasta la fecha ha sido el más listo de todos. Somos muchos, muchísimos, los que nos movimos, al menos con los mismos principios que tú, con los mismos anhelos, con las mismas ilusiones. Somos muchos los que ocupamos los lugares a los que aspiramos y nos quedamos allí, con espíritu de sacrificio, de servicio al pueblo, sin querer «escalar», sencillamente porque no era lo nuestro. Por eso, te ruego que no nos consideres a todos como «casta». Mira, algunos hemos sido tratados peor que a ti, por el momento. Con acoso y derribo, con injurias, con denuncias, simplemente porque eran incapaces de ganarnos en justa lid ante las urnas. Muchos, muchísimos nos hemos salido igual o peor con que entramos. Vivimos de nuestra pensión, muy lejos de «la jubilación dorada» que tú indicas. Muchos hemos sido «presis» y «vices» de muchas cosas sin cobrar ni un solo céntimo ni de pesetas ni de euro.

Algunos hasta hemos sido «olvidados» por los nuestros si no ninguneados y quasi expulsados -conozco a demasiados-. No era el caso cuando nos necesitaban para escalar, aunque luego vino aquello de «prometer hasta el meter y?». Por eso, demasiados, no han podido más y han renunciado hasta a su afiliación. Lástima de capital perdido. Ninguno de ellos se lo merecía. Pero la estupidez de algunos es inverosímil. No, no te voté, pero tampoco he dado ni mi aval ni mi voto en el interior de mi partido. Me he equivocado demasiadas veces.

Todas, excepto con Romero. Así le fue y así nos ha ido. En estas últimas elecciones he dado, posiblemente, la última oportunidad a mi partido. Me toca estar a la expectativa. Me gustaría ver a mi próximo secretario general con la misma convicción que tú, con el mismo espíritu, con el mismo discurso claro y diáfano, de los que llegan, llenan y convencen. En palabras del autor de El hundimiento socialista que tuviera los bemoles necesarios para cortar el espacio que acrecienta a los mediocres, que tienden a seleccionar a otros mediocres. Que fuera capaz de unir los esfuerzos de la izquierda democrática para devolver a este pueblo su merecido Estado de Bienestar, y sobre todo la igualdad de oportunidades. Como dices tú, que miren de cara a los ciudadanos.