Información

Información

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Luis Prats

Todas las mujeres del empresario

No se trata de que Ortiz haya abrazado la poligamia, sino que en el Ayuntamiento todas las mujeres del sector vip, son del constructor. Castedo, Alegría, García Pertusa y García Romeu, están con él. Todas conversan con él, todas le piden cosas, todas le bailan el agua. Están prendadas, por su poder, por su posición, por su dinero, por sus negocios, por sus tejemanejes, por sus contactos, por sus propiedades, las tiene en el bote. En este caso yate de lujo, para pasearlas por la mar mediterránea, por las islas Pitiusas. Han hecho piña alrededor de su benefactor. Es su mayor empresa de trabajo temporal, es su ETT preferida, a ella acuden como moscas a la miel, inevitables golosas, que ni labráis como abejas, ni brilláis como mariposas, pequeñitas, revoltosas, vosotras libáis del amiguismo, vampiras sociales, princesas de la noche, que utilizáis la política para beneficio propio y de vuestros vasallos y efímera corte.

Los suecos de la tienda de muebles a ensamblar en casa, le llaman cariñosamente «mafioso español», aquí no llegamos a tanto, con el sobrenombre de señor del ladrillo sobra. Con la excusa de sus dos mil trabajadores a los que da de comer, persiste, no tira la toalla, a sabiendas que todo el mundo lo sabe, sigue hablando con ellas, y éstas con él, de sus cosas, de sus mutuos intereses, de sus fobias, de sus filias. Arréglame eso o aquello Enrique, a éste lo pones ahí, al otro aquí, que lo de Ikea entre todas te lo sacaremos adelante. Es el do ut des de siempre, es el juego perverso de favor con favor se paga, doy para que me des. El eterno quid pro quo, algo por algo, una cosa por la otra, intercambio de beneficios, la beneficencia llevada a su extremo más pérfido. Siempre hay un negocio a mano, un proyecto que llevar adelante. Las cloacas donde se pierde el dinero público recorren el subsuelo de la ciudad, la aluminosis por corrupción de los cimientos de la casa consistorial contribuye a ello.

Son sus chicas, las cuatro, remedo que se queda en las «ángeles de Ortiz». Las lleva de excursión, las luce, les organiza saraos, fiestas privadas donde los vips toman los pasillos del hotel en posición descansen con la alegría que da la supremacía, el poder omnímodo que el dinero otorga, y el poder social que el control absoluto de la casa de todos dispensa. Para ellas, es su paladín, al que le han puesto su pañuelo de seda engarzado en lanza con la que ensartar a enemigos y traidores a la causa. Para muchos que están cansados, avergonzados de sus conversaciones, de sus intimidades, de sus relaciones, de sus intereses creados, no es más que el caballero negro, el malvado, un sheriff de Nottingham del siglo XXI, que se queda con los impuestos que con sudor y lágrimas, y de sus recortados sueldos, cobran a los vecinos.

Utilizar para lavar su deteriorada imagen cualquier obra social que le reporte ese beneficio. Al más puro estilo de las damas del cocido de aquella época en blanco y negro se mueve desde la obra caritativa en las tórridas arenas del Sahara donde se fotografía con pequeños saharauis, recordando el berlanguiano ponga un pobre en su mesa por Navidad o la quincena del ropero, hasta sus instantáneas con su troupe de concejalas en confraternización festera a gastos pagados en las frías tierras andorranas. Hombre de extremos, todo lo cubre, todo lo coge, no desprecia nada que le pueda reportar aumento de su patrimonio. Las mujeres de Ortiz están marcadas. Difícilmente podrán sobrevivir a un proceso de listas en su partido que les permita seguir su juego de intrigas y favores consistoriales. Ortiz, como el hombre tranquilo, otras/otros vendrán que buenas os harán, él seguirá en primera línea de actualidad, y de poder.

Lo último en INF+

Compartir el artículo

stats