Viernes día 27, 22h, cenita en el Puerto de Alicante (ese que en El País del domingo salía fotografiado en un reportaje sobre turismo y a pie de foto, erróneamente, decía «Puerto de Benidorm»), pescadito, Blanc Pescador..., vistas maravillosas, temperatura adecuada para estar en la terraza, buena compañía y conversación agradable. Tras el helado y el café, a la pasarela portuaria a disfrutar del antepenúltimo fuego de artificio que surge entre la mar y el castillo de Santa Barbara. 17' de sonido y colores y tras la apoteosis final, paseo refrescante hasta el coche y a casa a descansar, mañana hay que madrugar un pelín.

Sábado día 28, 08:30 h, conduciendo por Juan Bautista Lafora dirección Alicante, por el carril del centro, tranquilamente (la calle está vacía a esas horas, aún se duerme) hacia el Mercado Central escuchando las noticias radiofónicas. En el bolsillo la nota de la compra que la mujer le ha preparado por estar trabajando y de pronto....cae una palmera y le da al coche. Imaginen el estruendo, el tronco, las ramas, el susto del conductor, no sabe lo que está pasando. Ha habido suerte, por centímetros, por milésimas de segundo la palmera no le da al habitáculo del vehículo, cae rozando el cristal delantero y se estrella sobre el capó y el motor causando un destrozo general. El piloto tiene la serenidad de no hacer extrañas maniobras ni golpes de volante y la calle queda llena de trozos de palma y restos de Honda. Calle cortada, bomberos, policía municipal, grúa, ambulancia...y un ciudadano alicantino víctima del desdén del Ayuntamiento.

Tras el susto, palparse el cuerpo, mover el cuello, las extremidades, las felicitaciones de todos porque «no ha pasado nada», «lo importante es estar bien», «el coche es lo de menos», etc., empieza el Vía Crucis. Traslado a Urgencias en el Hospital de San Juan, espera en la salita ad hoc, va pasando el tiempo, oyes tu nombre por el altavoz, sigues la línea amarilla, te preguntan, respondes, entregas documentación y de nuevo a la sala de espera, nunca mejor dicho. Tras aquello de «quien espera desespera», una enfermera te llama, aguardas en la sala interior, por fin te atienden, explicas, te hacen radiografías, «por si hay lesiones internas», te remiten otra vez a la sala y cuando de nuevo desesperas te indican que todo está bien, te medican, mandatan que te observes y que guardes reposo relativo.

A casa, es hora de comer. Concentración de familiares preocupados por lo sucedido y ávidos porque les cuentes lo ocurrido, lamentos por el coche, felicitaciones por salir ileso, «podrías no estar en este mundo», «siempre vais los dos al Mercado, hubieras podido morir tú y tu mujer» y, claro está, criticas al Ayuntamiento y a su desidia, «han caído ya muchas palmeras», «hasta que no muera nadie no harán nada», etc.

Por la tarde, tras la euforia y la adrenalina, mientras intentas sestear, empiezas a pensar: en principio estamos sin coche, yo puedo usar el trasporte público pero mi mujer trabaja y lo necesita. Tengo el coche a todo riesgo pero, ¿me repararán el coche o no lo considerarán rentable y me indemnizarán con el llamado valor venal? Con lo que te quedas con unos cuantos euros en el bolsillo que no alcanza ni por asomo para comprarte otro, cuando estabas satisfecho con el que tenías antes del palmerazo. Doy parte a la compañía de seguros, dichosos teléfonos 902, te cobran por todo.

¿Y como ciudadano, el Ayuntamiento, responsable del accidente, dará la cara, se ofrecerá en algo, me pondrá un coche de cortesía? Para coches oficiales y conductores sí, para resarcir mínimamente al contribuyente perjudicado por la negligencia municipal, nada.

La respuesta aparece el día siguiente en los medios de comunicación locales. En el Ayuntamiento están eufóricos, no hay responsabilidad, la palmera no estaba enferma, era vieja, tenía 90 años, ha sido una muerte natural. No se entiende. La enfermedad puede ser previsible, la vejez es una certeza y si era vieja podía caer, como así ha sido. Es más, estaban apuntaladas y se puede comprobar en las palmeras supervivientes. Confiemos en que no caigan, es decir que las corten, no sea que se derrumben en hora punta y tengamos una verdadera desgracia.

¿Creen que ha terminado el Vía Crucis? Seguimos. Lunes 08:30 h, a las oficinas del Hospital de San Juan para entregar el parte de asistencia, imprescindible parece ser, para cobrar a la cía. de seguros. Es decir, para resarcirse el hospital te tienes que molestar tú.

Ahora toca ir a la otra punta de Alicante, a la Policía Municipal a por el expediente del accidente, posteriormente al depósito municipal donde la grúa municipal dejó el vehículo. Llamada a la grúa de la compañía de seguros para llevar el coche al taller y tras más esperas dejar el vehículo en el concesionario y confiar en que el perito vaya raudo, perite adecuadamente y se ponga en marcha la lenta maquinaria que permita reparar el automóvil.

Otra mañana ocupada, a casa a comer y a esperar...y desesperar.

No todo ha sido negativo. Ha quedado la satisfacción de comprobar cómo nuestros representantes municipales han estado a la altura de las circunstancias. La alcaldesa y el concejal del ramo se pusieron en contacto con el ciudadano, en primer lugar, para pedir disculpas por lo ocurrido, posteriormente preguntaron cómo se encontraba y finalmente se pusieron a su disposición para concederle y facilitarle todo lo que necesite en nombre del Ayuntamiento.

Punto y final: Rajoy (refiriéndose a los papeles de Barcenas) dijo: «Todo es falso, salvo alguna cosa». En este caso todo es verdad, salvo alguna cosa, el párrafo anterior.