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Juan José Millas

La vergüenza

¿Existen periodos históricos caracterizados por una inflación de símbolos? Seguramente sí. Cuando detrás del símbolo hay un cadáver, mal asunto. ¿Puede morir lo que el símbolo evoca sin perecer él al mismo tiempo? Puede. No sabemos cuántos cadáveres hay detrás de los símbolos en circulación, tendríamos que revisarlos uno a uno y los hay a millones. Los libros falsos que ocupan las estanterías de la tiendas de muebles, y que evocan la sabiduría, no pierden su capacidad simbólica hasta que tomas uno de ellos, en cuyo lomo pone Anna Karenina, y al intentar abrirlo te das cuenta de que era un trozo de madera encuadernado en piel. Cada vez hay más libros (verdaderos y falsos) sin nada dentro. Cada vez hay menos sabiduría. Uno al menos la echa en falta ahí fuera porque no la tiene dentro. Los mejores usuarios de la sabiduría somos los ignorantes como los usuarios más agradecidos del agua son los sedientos.

Antes abrías un libro de Thomas Mann y era de Thomas Mann. Hoy podría ser un tarugo. ¿A qué símbolo acercarnos que no nos decepcione? En la Plaza de Colón de Madrid ondea una bandera española de trecientos metros cuadrados. El artículo Uno de la Constitución debería prohibir la existencia de banderas más grandes que el tamaño medio de un hogar. Por entendernos: detrás de toda la parafernalia simbólica de la ciudad de Oz había un señor bajito con un megáfono. Se dice pronto, un señor bajito con un megáfono había sido capaz de organizar toda una red simbólica en la que los ciudadanos se reconocían.

Pero estábamos en la inflación de los símbolos, que viene a ser como cuando circula más dinero que el que de verdad existe. Lo que obliga a devaluaciones periódicas que castigan el ahorro. El dinero, por cierto, que era símbolo de poder económico, ha devenido en símbolo de poder político. Si corres el telón del poder político, lo que aparece detrás es el Ibex 35. He ahí un modo de deflación simbólica. A lo mejor, la inflación simbólica que padecemos en unos aspectos intenta equilibrar la deflación alegórica que sufrimos en otros. Significa que no es que estemos perdiendo la capacidad simbólica, sino que estamos perdiendo la vergüenza.

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