Al Papa Francisco le preocupa la obsesión existente en su Iglesia sobre temas tan íntimos como el aborto, la homosexualidad, el condón. En el cielo, en una de sus tantas ruedas de prensa aéreas, a bordo de aviones, ha declarado que desea una Iglesia abierta a problemas como el hambre, la paz, ya que detecta que obsesionan mucho menos que los «pecados» que suceden en la cristiandad de cintura para abajo. De todas maneras, a pesar de sus declaraciones entre las nubes, el Papa Francisco, contribuye también a incrementar la «obsesión» entre sus filas cuando dice que la interrupción voluntaria del embarazo es «un crimen abominable». El ministro de Justicia español, Alberto Ruiz-Gallardón, evidentemente, está obsesionado con su proyecto sobre la ley del aborto. Su tenaz empeño, a pesar de tantos rechazos, incluso de miembros de su propio partido, parece ser elevar el proyecto en julio para su tramitación en el Congreso de los Diputados. Gallardón lo debe considerar oportuno, el mejor momento: ya pasaron las elecciones al parlamento europeo y comienza el verano, que desmoviliza tanto (mucha gente se va a las playas, a los pueblos: el presupuesto no da para más).

Ya que el Papa habla de obsesión, y sabe muy bien lo que dicen las palabras (que jamás son inocentes), conviene consultar en internet sobre la misma: «las obsesiones son persistentes ideas, pensamientos, impulsos o imágenes que son experimentadas como intrusivas e inapropiadas y que causan marcada ansiedad o angustia». Gallardón es católico pero no se percibe en él ansiedad o angustia, más bien convencimiento, cuando afirma que su proyecto, el del Gobierno, resuelve entre los derechos «los de la mujer y los del bien jurídico protegidos en el concebido». El ministro, distraído, no recuerda que el Tribunal Constitucional no considera persona a un feto, que será persona jurídica en el momento del nacimiento (no a partir de haber sido concebido). Gallardón tampoco no tiene en cuenta a la Organización Mundial de la Salud (OMS) cuando le dice que «restringir el aborto sólo provoca más mortalidad materna».

Se calcula que unas 47.000 mujeres mueren cada año en el mundo por interrumpir el embarazo de forma clandestina e insegura; la mayoría, en países con leyes restrictivas al respecto.

El ministro del gobierno de Rajoy intenta confundir a la opinión pública al defender la ley de 1985, la ley de los socialistas, diciendo que entonces hubo consenso. No es cierto: su partido la rechazó. Dice asimismo defender de manera incondicional a los no nacidos, a pesar de tener diagnosticados estos malformaciones graves y pocas expectativas de vida. Sorprende que acepte que una mujer violada pueda legalmente abortar. ¿En ese caso, señor ministro, dónde quedan los derechos de los no nacidos? No tienen derechos porque el padre no existe formalmente, ya que posiblemente, esté en la cárcel. Resulta una contradicción que merece una explicación y no se debe dudar de que el ministro, obsesionado o no, la encontrará.

En España cada vez nacen menos niñas y niños, fundamentalmente porque muchos inmigrantes abandonan el país; porque la clase media cada vez es más pobre y ahora le toca pagar impuestos para favorecer a los ricos; porque tres millones de menores pasan privaciones y tienen el descaro de no disimular su situación, permitiendo que se note. Carecen, por supuesto, del don de la invisibilidad, pero el ministro debe considerar que también carecen de sentido patriótico.

En diez años habrá casi 400.000 menores menos en España, según previsiones del Instituto Nacional de Estadística. A todo esto la presidenta de Chile, Michele Bachelet, al proponer la despenalización del aborto, se atreve a romper un tema tabú en esta sociedad, tan tabú que al aborto se le llamaba «maternidad interrumpida». Este gol de Chile sí que le tendría que doler a la Marca España.

Volviendo al Papa Francisco: sorprendió también, suele sorprender, al decir que el celibato no es un dogma. El «no matarás» se puede suponer que es un dogma. Durante siglos, se ha matado en nombre de Dios. Trabajo para los teólogos, por ahí el aborto tampoco es un dogma.