Hace ya veinte años por estas mismas fechas, estaba inmerso en los exámenes de Selectividad tras los que, como sigue ocurriendo ahora, muchos estudiantes de bachillerato tomaríamos una decisión que sin duda marcaría el resto de nuestras vidas. Mientras tanto, veíamos cómo la selección española empataba frente a Corea o Alemania en el Mundial de Fútbol de Estados Unidos, intentando aspirar a algo más que jugar los cuartos de final. Me gustaría dirigirme especialmente a aquellos estudiantes que este año están en esta misma situación.

En España, eran momentos difíciles. Muy probablemente a todos ustedes les suene todo lo que ahora van a leer: corrupción galopante, escándalos políticos, despilfarro en grandes proyectos, tasa de paro récord del 24,5 por ciento, inflación galopante del 5 por ciento, recesión económica, devaluación monetaria, recortes? en una palabra: crisis.

Sin embargo, y a pesar de todo ello, tanto yo como muchos otros compañeros decidimos estudiar una carrera de ingeniería, más en concreto la que comprende la rama del proyecto, construcción, explotación y mantenimiento de las grandes infraestructuras que hacen posible nuestro actual modo de vida y lo mejoran día a día: se trata de la Ingeniería Civil.

Alguno de ustedes podría pensar que éramos unos atrevidos, y hasta unos inconscientes, por estudiar una carrera tan exigente y con unas perspectivas de trabajo tan poco atractivas en ese momento. No fue así, ya que al terminar nuestros estudios cinco años más tarde, el país se hallaba inmerso de nuevo en un proceso de crecimiento sostenido y la demanda de este tipo de profesionales era muy elevada.

Y es que sin Ingeniería no hay civilización: sin ingenieros civiles no habría carreteras ni líneas ferroviarias que nos unan con el resto de las personas o nos permitan acudir a estudiar o trabajar, ni tampoco suministro de agua potable en cada una de nuestras viviendas o sólidas estructuras que las sostuvieran, ni puertos a través de los que llegan la inmensa mayoría de las mercancías que consumimos, ni playas en las que bañarnos, por citar algunos ejemplos.

La Ingeniería Civil, y por ende, los ingenieros civiles, siempre van a ser necesarios para que nuestra sociedad siga progresando. Harán falta para reparar nuestra maltrecha red de carreteras, para regenerar nuestras playas, para ampliar la capacidad de nuestros puertos, para evitar catástrofes naturales, así como para desarrollar y mejorar nuestras ciudades. Actualmente, muchas universidades españolas -entre las que se encuentra la de Alicante, con más de 40 años de experiencia en la formación de ingenieros civiles- ofrecen completos programas de grado, posgrado y especialización en esta disciplina de la ingeniería.

Por todo ello, si eres uno de estos estudiantes que el próximo curso va a comenzar a estudiar una carrera universitaria, recuerda esta frase: sin ingeniería no hay civilización.