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Joaquín Rábago

La «locura» del cruzado Tony Blair

Lo de la «locura» lo dice el propio alcalde de Londres, Boris Johnson, al comentar un artículo de Tony Blair en el que éste justifica continuar la cruzada que comenzó en Irak, atacando ahora a Siria. Cuenta en sus diarios Alastair Campbell, el que fue jefe de comunicaciones del exlíder laborista, que Blair hablaba con Dios en tiempos de zozobra y ansiedad. Y dice también que cuando en 2003 decidió la invasión de Irak junto al entonces presidente de Estados Unidos, el igualmente iluminado George W. Bush, el premier británico era el único miembro del Gobierno de Londres que no tuvo dudas. Debía de sentirse inspirado en esa cruzada por el Dios de los cristianos. Y, claro está, quien comunica directamente con el Creador, no puede dudar ni en ese momento ni más tarde, suceda lo que suceda.

Y lo que ha sucedido después es un auténtico aunque previsible desastre, que ha producido ya decenas de miles de muertos inocentes y amenaza con arrojar a toda la región a un caos que tendrá nefastas consecuencias no sólo para Oriente Próximo, sino para Europa y el mundo. Pero como el alcohólico que se niega a reconocer el problema que tiene, Blair sigue insistiendo en que lo que hizo el trío de las Azores (Bush, Blair y nuestro Aznar, con el portugués Durao Barroso como monaguillo) estaba plenamente justificado.

«La verdad te hará libre, Tony», ha escrito sarcásticamente Johnson, quien, al igual que otros políticos conservadores, votó en su día a favor de invadir Irak, pero hoy es consciente del error cometido. Blair, ese inverosímil enviado especial del Cuarteto para Oriente Medio, no sólo dice que el mundo debe estarle agradecido por invadir Irak, sino que aboga ahora por bombardear Siria. Y en su lógica perversa, lo que sucede en el país vecino justifica además a posteriori la invasión de Irak: si el dictador sirio no ha dudado, según él, en emplear armas químicas, tampoco habría vacilado en hacerlo el dictador iraquí Sadam Husein, aunque no las tuviese entonces, según quedó demostrado.

Un prestigioso militar británico, el general sir Michael Rose, se pregunta cómo alguien puede afirmar como Blair que hoy Irak es un país más estable que antes de la invasión, cuando Al Qaeda ni siquiera existía allí en tiempos de Sadam. Blair afirma además, contra toda evidencia, que Al Qaeda estaba derrotada hace tres o cuatro años cuando lo cierto es que había simplemente escondido momentáneamente la cabeza para mejor atacar después, como de hecho ha ocurrido.

Y ahora tenemos no sólo a Al Qaeda, sino a un grupo expulsado de esa organización y todavía más sanguinario y vesánico, el Estado Islámico de Irak y del Levante, que ha sabido aprovechar la guerra civil siria y el resentimiento de los suníes, que antes gobernaban Irak y hoy se sienten maltratados por su Gobierno chií, para extender su régimen de terror. Todo eso se lo tenemos que agradecer a las guerras lanzadas con falsos pretextos por Estados Unidos y sus aliados contra Afganistán, primero, luego contra Irak, con el pretexto absurdo de la lucha contra el terrorismo. Y a todo esto, Bush dedicado, en plan de aficionado, a la pintura y Blair, a asesorar a gobiernos y bancos y amasar millones.

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