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Toni Cabot

Ortiz se aparta (II parte)

Parodi hizo mutis por el foro. El todavía presidente del Hércules salió por la tangente como si la historia no fuera con él en el intento de guardar las formas tras explicar de puertas adentro que, una vez el directivo Vicente Ferrándiz había aireado públicamente ante la prensa que los 20.050 euros iban a salir de la cuenta corriente del Hércules con destino a la Fundación, no le quedaba otro remedio que parar en seco las transferencias a los técnicos del fútbol base para saldar la deuda pendiente con ellos. Que la excusa tuviera suficiente peso (la cantidad no se antoja desorbitada) es lo que se mantiene entre interrogantes en los pasillos del club, donde tampoco se descarta que Parodi viera el cielo abierto con el «desliz» de Ferrándiz para, además de curarse en salud y acabar con sus temores, devolver el golpe en esa guerra soterrada que mantiene con su compañero de empresa y directiva. En todo caso, el presidente herculano, empapado o no de esa extraña mezcla de temor y venganza, acabó haciendo lo que quería: no tocar la cuenta que maneja, algo que había dado por perdido un día antes, tras una crispada reunión en el despacho de Cívica en Alfonso el Sabio, donde Enrique Ortiz, viendo la cuerda tensada al máximo, ordenó entre gritos que sacara del Hércules los 20.005 euros para calmar los ánimos en el fútbol base.

«No me llames». Lo cierto es que, consumado el enésimo sainete, nadie da la cara, nadie habla, nadie expone qué va a pasar con la deuda contraída con los entrenadores del fútbol base, que sigue ahí. Parodi se defiende con el lapsus o metedura de pata de Ferrándiz y, al mismo tiempo, cumple con la otra parte del guión ordenado por Ortiz, quien, visiblemente alterado, le conminó durante la reunión a no volverle a llamar «absolutamente para nada».

El empresario, ya de vacaciones por el Mediterráneo (no están las cosas para dejarse ver por Hogueras), parece decidido a dar los mismos pasos que marcó con el descenso de Primera División en 2011, cuando todo pintaba, como hoy: negro azabache. En aquella ocasión se apartó cediendo los trastos al triunvirato Palacio-Huerga-Quintanilla (a los que aniquiló al verlos cubiertos de un oropel que no pudo soportar). Ahora se centra, sobre todo, en Juan Carlos Ramírez, a quien elevó a los altares e impuso galones -sin estar presente- durante esa reunión en su despacho con un aviso para dos navegantes, Valentín Botella y el propio Parodi: «Y si alguien no está de acuerdo que se levante y coja la puerta».

El último grito de guerra -«no quiero saber nada, que decida el consejo, no me vuelvas a llamar»- dirigido a Parodi se escuchó con eco entre las paredes del despacho de Alfonso El Sabio, donde también trascendió que la presidencia va a cambiar de manos más pronto que tarde. El elegido, si no surgen imprevistos, es Raúl Miñano, hombre de confianza y director gerente de las empresas de Ramírez. Sería el quinto presidente de la «era Ortiz». Ahora bien, hasta que el dueño del chiringuito desee puesto que el consejo seguirá contando con mayoría afín. Cambios, sí, pero los justos.

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