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Jesús Javier Prado

Entre rojos anda el juego

«Si marcas, eres el más grande;

pero si no, estás gordo»

Ronaldo Nazario de Lima, máximo

goleador de los Mundiales

Bueno, dado el formidable y descacharrante debut que hemos tenido en Brasil (Italia, Francia, Alemania, Argentina y la anfitriona han comenzado ganando bien, mientras que nosotros no hemos podido evitar perdiendo a lo grande, para diferenciarnos?), volvemos a estar imbuídos del aura de la heroica, y lo que con la distancia se veía ya como el partido difícil de la liguilla, se ha tornado en un salto mortal sin red.

Los chilenos son un equipo duro, tenso, agobiante, y con unos jugadores con una pinta de guerreros aztecas que te tiran de espaldas, capaces de sacarte el corazón a machetazos, sin anestesia ni nada: lo ideal para el estado actual de nuestros chicos, vamos. Hace cuatro años, tras la derrota contra Suiza y la pírrica victoria frente a Honduras, nos jugamos el ser o no ser contra ellos. Comandados entonces por Bielsa nos metieron el miedo en el cuerpo, hasta que Villa primero e Iniesta después guardaron el honor del espíritu conquistador que anidó en la selección en su paso por Sudáfrica. Hoy, más que miedo, estamos depresivos perdidos y con estrés post-traumático, tras el ataque de ansiedad que nos generaron Robben y compañía.

Andan los chilenos, además, fastidiados y sublevados con que les hayamos robado la denominación de la Roja, apodo que se sacó Luis Aragonés de la manga y que, frente a todo pronóstico, triunfó entre los aficionados españoles. Y es que los rojos, los de toda la vida, no se puede decir que estén precisamente pasando por su mejor momento, porque más que rojos, andan todos un poco «coloraos»: Cayo Lara y compañía siguen sin explicarse por qué unos novatos con coleta y mucha labia les están robando la cartera, y respecto a los socialistas yo ya me he liado con tanta explicación sobre lo que sienten en su corazón y les pasa por su cerebro, o la pena insondable por lo que piensan de espíritu y lo que hacen en la práctica, y a qué psiquiatra van, pero creo que solo les ha faltado que salieran Felipe González y Alfonso Guerra en «prime time» y confirmaran con toda solemnidad que desde el año 77, los socialistas nacen con un testículo republicano y otro monárquico, y que por ahora los testículos monárquicos son mucho más pesados, dónde va a parar (aunque parece que Rubalcaba, en una última jugada maestra, aviesa y sibilina, de cara a las primarias valora calibrarles a Madina y Sánchez los susodichos, para ver qué pesaje tienen y hacia dónde cargan?).

Pero aparte de metáforas que no vienen al caso, el partido de hoy no tiene desperdicio, y estamos todos con el pie cambiado, sin saber si volvemos a rescatar las viejas sensaciones vividas en el pasado con Clemente, Camacho o Suárez y empezamos a despotricar contra todo y contra todos, y quemamos las camisetas, y arrancamos los pósters y echamos a Ángel Villar de la Federación Española de Fútbol al grito de «sí, se puede», o no rasgarnos las vestiduras y asumir el cambio tranquilo de una generación irrepetible a la que le llega el ocaso inevitable.

El espantoso e histórico ridículo del otro día, inaudito desde todo punto de vista en una selección que defendía el título de campeón -y cuyos capitanes Casillas y Xavi afirmaban un día antes en rueda de prensa que venían a «defender el estilo de La Roja»- sólo tiene un único arreglo posible y no es otro que ganar bien a Chile y Australia, que los holandeses apliquen su ética luterana y se porten como unos señores, y que eliminemos a Brasil en octavos. Cosas más difíciles se han visto. ¿Podremos, o empezamos a podar? Y yo qué sé, «fútbol es fútbol», que diría el bueno de Vujadin Boskov?.

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